En toda democracia, los medios de comunicación social (MCS) juegan un papel fundamental. Sin unos medios independientes y una información fiel a la realidad, en la que podamos confiar, no puede subsistir una verdadera democracia.

Por otro lado, los políticos y, sobre todo, los partidos políticos precisan de los MCS para comunicar con la ciudadanía. Hace tiempo que desapareció la época de los mítines que reunían a las masas en las plazas o los frontones para que se enterasen de sus mensajes. La presencia de los responsables políticos en los MCS se hace imprescindible.

De ahí, el apoyo económico que reciben todos los MCS por parte de las instituciones. Las subvenciones solo cubren una parte de las necesidades financieras de dichos medios, incluso los públicos, son dependientes de la publicidad y por consiguiente del mundo empresarial.

El primer deber de todo MCS, si recibe alguna ayuda pública, debiera ser informar con realidad e imparcialidad. Teóricamente todos los medios transmiten una misma realidad, paralelamente cada uno añade un análisis propio a su ideología particular. Pero el lector, oyente o televidente debiera tener unas bases seguras y fiables de información, de manera que pueda hacerse él mismo su idea antes de tomar conocimiento del parecer de los MCS.

Somos bien conscientes de que no es lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos. Cada medio presenta un relato que acomoda a sus conveniencias. No es que mientan o presenten falsedades, pero una verdad a medias puede ser una gran mentira. El “filtro” con el que se presenta un mismo hecho puede desfigurar completamente la realidad. La selección de las informaciones, los silencios, etc. suelen obedecer a las líneas editoriales de cada medio, a sabiendas que no respetan las reglas deontológicas.

Pues los medios se deben a sus “patronos”, que exigen condiciones muy particulares: defender la ideología que desean y además conseguir un balance económico, con los mayores beneficios posibles. A ello se añade el protagonismo que, en muchos casos, buscan los periodistas en defensa de su propia carrera profesional.

De todo ello resulta que cada MCS tiene una marcada tendencia, pero se enfrenta a una dura realidad de subsistencia, que les obligan a conseguir una audiencia mínima, cada día mayor, para poder satisfacer a las exigencias de sus financiadores. Son conscientes de que la presentación de la información seria-profunda no les permite contar con una audiencia suficiente. Se consideran abocados a producir artículos o emisiones del gusto de sus clientes, televidentes o lectores. De ahí que vivan de anécdotas, confrontaciones, provocaciones o insultos, que más o menos se impulsan, con la convicción de que así se asegurarán una mayor audiencia.

No se busca tanto un artículo o emisión que informe o complete la formación, sino que divierta, haga sonreír o ridiculice al supuesto adversario de los lectores o televidentes del medio en cuestión.

Muchas veces los MCS, aun cuando tratan de temas políticos muy serios y comprometidos, se convierten voluntariamente en espectáculo y, para ello, los mismos políticos se prestan a actuar de protagonistas. La campaña electoral en USA nos ha dejado algunos ejemplos. ¿Un candidato de avanzada edad dando unos pasos de baile en un meeting electoral nos puede dar una idea de su programa político? ¿Por qué las cadenas de televisión nos repiten esas imágenes una y otra vez? ¿No será que esa pantomima es lo que más interesa a los pretendidos electores? Desgraciadamente, los MCS en raras ocasiones se interesan por los programas electorales. Sus preguntas suelen tratar de poner al candidato en apuros, incitar a la provocación, insistir en temas anecdóticos que tengan morbo... no invitan a que los candidatos expongan con seriedad y profundidad lo que esperan realizar una vez elegidos.

Los plenos del Parlamento no son tampoco el mejor ejemplo. Da la impresión de que los políticos se pasan más tiempo buscando réplicas contundentes y espectaculares, que tengan el mayor impacto posible en los televidentes y lo que nos transmiten muy a menudo se limita a reproducir los insultos e improperios de los hemiciclos, dando una triste imagen de la política del país. Aunque ello es parte de la realidad, ¿no es responsabilidad de los medios el tratar de poner en valor la Política para participar en la educación y formación de los ciudadanos? No suele ser el caso. Esta es la triste realidad.

Hace medio siglo, los MCS contribuyeron de manera extraordinaria a pasar de la dictadura a la democracia, anteponiendo el Bien Común de la sociedad. Hoy en día la democracia pasa por momentos difíciles y graves en muchos países de Europa. Ahora también estos MCS deben desempeñar un importante papel para reforzar la democracia. Es un deber político y deontológico, prioritario a pesar de las dificultades económicas que conocen como cualquier otra empresa.

En esta tarea, los ciudadanos deberíamos desempeñar un papel decisivo exigiendo esa evolución, acompañándola, participando y respondiendo activamente. Pero ¿es eso lo que buscamos-deseamos los ciudadanos?