Sí, hoy quiero reflexionar sobre el apocalipsis anunciado, ese que no llega. Los cuatro jinetes del apocalipsis: el de la guerra, el de la peste, el del hambre y el de la muerte. Vistos los últimos tiempos, estoy tentado a proponer que la tradición apocalíptica incorpore un quinto jinete, el de la desinformación. Históricamente hemos pasado por varios hitos que se han interpretado como encrucijadas. En los tiempos del Comentario al Apocalipsis escrito por el Beato de Liébana, se consideraba que el año 1000 de nuestra era iba a ser el principio del fin del mundo.
Desde que yo tengo memoria, recuerdo varias visitas de los jinetes del apocalipsis. El de la guerra nos visita recurrentemente. El fantasma de la guerra nuclear ha asomado su sucio rostro con cierta regularidad en un panorama de masacres convencionales. Recuerdo la crisis de los misiles de Cuba, la crisis del petróleo de 1973 también tuvo un episodio similar, y más recientemente, los EEUU con Corea del Norte. Ahora con Israel/Irán y en la guerra de Ucrania. Lo vemos, privilegiados, desde la distancia. El jinete de la peste pasó con el covid y antes con la Peste Negra, sin olvidar varias visitas más localizadas con el ébola y otras enfermedades. El jinete del hambre campa a sus anchas. Todos vemos aún la estremecedora foto de Kevin Carter de un niño moribundo de hambre a punto de ser devorado por un buitre. Carter no pudo resistir lo que vio y acabó suicidándose. El jinete de la muerte ha cabalgado allá por donde han cabalgado el resto de jinetes. A menudo se nos ha anunciado que se iba a producir el apocalipsis. Espero que esta vez tampoco se produzca. Y confío en que salgamos con un sistema de derecho internacional, con sus correspondientes tribunales, mucho más reforzado. Ese sistema se creó tras desastres, y ha mejorado con otros.
Pero es hora de que cumpla con su cometido de limitar el poder de quienes nos despliegan apocalipsis.
Ya verán, no soy iluso aunque lo parezca.