George Orwell es el único autor del que yo puedo hacer alarde de haber leído cada línea que publicó. Con su magnífica novela 1984 Orwell pulverizó todos los registros, hasta el punto de acuñarse el adjetivo orwelliano como descriptivo de toda situación, idea, o condición que identificaba como destructiva para una sociedad libre y abierta. Con ello denotaba a la vez una actitud y una política brutal de control draconiano por la propaganda, la vigilancia, desinformación, negación de la verdad y negación del pasado.

Hace poco, agentes del gobierno de Netanyahu interceptaron miles de aparatos electrónicos en el mercado, les metieron explosivos y los hicieron explotar para matar a miembros de Hezbollah. Se nos ha vendido esto como una operación militar de precisión. Incluso se ha celebrado una supuesta brillantez de la misma.

No ha sido una operación de precisión. Además de matar o lesionar gravemente a quienes eran blancos de la operación, dieron con toda otra persona físicamente cercana en el momento de las explosiones. Por ello fue una operación militar indiscriminada y una clara violación del derecho internacional humanitario. Llueve sobre mojado, claro, entre masacres genocidas.

Pero se nos acaba de demostrar que incluso teléfonos móviles no sólo pueden servir para hacer un seguimiento y control de todo lo que hacemos, sino que además pueden servir para quitarnos de en medio a cualquiera.

Mi consuelo de la semana es que aún queda un hueco para la decencia en la ONU. Los representantes de muchas delegaciones dejaron a Netanyahu casi a solas cuando habló ante la Asamblea General. Flaco consuelo, sí, cuando los intereses geopolíticos y estratégicos priman sobre la libertad, los derechos humanos y el derecho internacional. Pero Netanyahu y sus cómplices responderán ante la Corte Penal Internacional. Si no, incluso el adjetivo orwelliano se quedará corto para describir la situación. Y que conste que no soy ningún amigo de Hezbollah.

@Krakenberger