La actuación del ex presidente y actual candidato a la presidencia, Donald Trump, ante la inexperta y poco bisoña candidata del partido demócrata Kamala Harris, recuerda la desastrosa actuación del presidente Biden ante Trump el pasado mes de junio: el expresidente desperdició repetidamente ocasiones de atacar a su rival y mostró su peor cara ante una audiencia que necesita para ganar en noviembre y tal vez para evitar los calabozos más adelante.

Los medios informativos amigos –y no digamos los enemigos– han señalado las deficiencias del magnate financiero y no han ocultado su decepción –o satisfacción en el resto de los medios, en su mayoría favorables a las candidaturas demócratas–.

De momento, las encuestas no reflejan este desencanto republicano ni la satisfacción demócrata, pues Trump sigue por delante en algunas, aunque habrá que esperar unos días para que los sondeos se centren en el momento del debate.

Aunque los pocos medios conservadores no ocultan su disgusto, tampoco lo ocultan los simpatizantes de Trump, pero por ahora no hay indicios de un éxodo hacia Harris entre la población indecisa, que ya da por descontados los exabruptos del expresidente y ha sufrido en su propia carne las subidas de precios por la inflación generada durante el mandato del demócrata Joe Biden.

Por mucho que la candidata demócrata y vicepresidenta Kamala Harris, diga que prefiere un programa de centro con medidas moderadas, la mayoría de la gente que sigue el acontecer político sabe que ello representaría un giro de 180 grados con respecto a sus posiciones anteriores, algo que, según la propia Harris, no va a ocurrir. “Yo no he cambiado”, aseguró recientemente.

El resultado del primer debate presidencial sorprendió porque la actuación de Kamala fue mejor de lo previsto y la de Trump mucho peor, pero en realidad no debería extrañar demasiado: las expectativas con respecto a Harris eran tan bajas, que bastaba con que no cometiera errores garrafales para que la declararan victoriosa.

Al ser Trump quien cometió estos errores, algo que reconocen a regañadientes incluso sus seguidores, los demócratas están ahora envalentonados y exigen un segundo debate –cuando hace pocos días solo querían uno.

Para el equipo de Trump, este sería el momento de aceptar el envite con la condición de que los medios a cargo de tal debate sean de tendencia republicana, como fueron de tendencia demócrata los del primer encuentro, pero el expresidente parece ya haberlo descartado, ha declarado victoria y se niega a enfrentarse nuevamente a Harris.

Es una decisión que podría limitar su apoyo a la base que tradicionalmente ha tenido, pero que es insuficiente para ganar incluso con una candidata como Harris, elegida a dedo en el último momento y quien jamás consiguió votos cuando se postuló como presidenta en 2020.