Es ya oficial que, a partir de este mismo mes, EAJ-PNV va a poner en marcha una nueva Bilera Nagusia, a través de la cual se plantea encarar un profundo proceso de renovación al que todos los afiliados están llamados a aportar y a realizar propuestas de cambio.
Un poco antes de que dicho proceso se pusiera en marcha, en el último número de la revista Hermes de la Fundación Sabino Arana (número 78, correspondiente a julio de 2024) tuve ocasión de publicar un artículo titulado, Jare eta Lagun: Indar Berri batentzako, Larrazabal Berria. El mismo está fechado el 3 de junio de 2024, es decir, en el aniversario del discurso que diera Sabino Arana en aquella comida que se celebró en 1893.
Algunas personas que han tenido ocasión de leerlo me han sugerido traducirlo (el original está en euskera) y hacerlo más breve, para dar más difusión a las ideas que contiene. Fruto de ello es este artículo de opinión.
En el texto parto de una reflexión sobre la historia, ideología y la constante renovación del Partido Nacionalista Vasco (EAJ-PNV), para sostener que, desde sus orígenes y en todos los momentos históricos clave que le ha tocado vivir, el partido ha demostrado una capacidad constante para renovarse y adaptarse, desde su fundación en 1895. Y que, precisamente, en honor a esos orígenes y para ponerlos en valor, la actualización del lema (JEL) puede ser una apuesta valiente y efectiva para comunicar la ideología y transmitir el proyecto político del partido, de manera más clara y eficaz en la actualidad.
Todo ello, precedido de la advertencia de que, como digo y explico en Hermes, la propuesta no debe ser entendida como una falta de respeto a nuestros antecesores, a nuestro fundador o a su aportación. Sino, justo al contrario, como un verdadero reconocimiento hacia ellos, siguiendo su ejemplo, haciendo nuestro su legado y tomando su aportación en serio. Que es el mejor homenaje que se les puede hacer.
Es de sobra sabido que el lema “Jaungoikoa eta Lege zaharra” (JEL; literalmente, en castellano, “Dios y Ley vieja”) se diseñó por Sabino como un instrumento político, para condensar, representar y comunicar la esencia misma del jeltzalismo. Y con ese fin está imbricado en el nombre y en los demás principales símbolos del partido, incluyendo tanto el himno (Euzko Abendaren Ereserkia), como en la mismísima Ikurriña.
A fin de entender mejor su origen y significado, me remito a las propias palabras de Sabino en Larrazabal y a los vigentes Estatutos de EAJ-PNV, para analizar en qué medida este lema, que Sabino acuñó como actualización del lema carlista “Religión y Fueros”, sigue o no cumpliendo ese fin, a través de “una concepción trascendente de la existencia” y una “afirmación de la nación vasca”.
Desde ese punto, planteo reflexionar sobre la forma en la que el lema JEL se relaciona con los demás principios que asumimos como partido (también recogidos en los vigentes Estatutos: democracia, participación, pluralismo, aconfesionalidad, humanismo y apertura al progreso). Así, aunque en su forma original (“Jaungoikoa eta Lege zaharra”), a primera vista, nos podría plantear contradicciones con algunos de esos principios, defiendo que, bien entendido y en esencia, el fondo que contiene sigue siendo compatible con ellos y representativo de la ideología jeltzale. Ahora bien, ese fondo no es acompañado por una eficaz claridad de forma y no se entiende bien hoy en día, por lo que despejar esas aparentes contradicciones implica explicar aquello que está detrás del lema, traducirlo a un lenguaje actual y comprensible.
Todo ello, a fin de cuentas, me lleva a sugerir que, en el contexto de una renovación profunda como se pretende ahora, y al igual que Sabino Arana adaptó y reinterpretó el lema de sus antecesores, hoy en día hay margen (y tenemos una inigualable oportunidad) para reformular el lema JEL, de forma que nos siga representando sin restarle un ápice de su significado profundo.
Esto no sólo implica, como seguramente los lectores puedan ya imaginar, reinterpretar el concepto de “Jaungoikoa” (Dios) de una manera que sea compatible con la aconfesionalidad y el pluralismo del partido. Implica, también, descubrir y reconectar con la misma esencia de la “Lege zaharra”, para poder conjugar la defensa de la misma con la apertura al progreso. Y, por supuesto, con la profunda afirmación de la nación vasca, y del deseo de restablecer su plena soberanía (en un marco actual y de colaboración con los países que la rodean y otras naciones europeas) que son las notas definitorias del nacionalismo vasco actual. Todo ello, además, de forma que el lema (y el acrónimo) jeltzale pueda mantenerse.
Para ello, en el artículo propongo relacionar esos significantes (“Jaungoikoa” y “Lege zaharra”) con sus posibles transcripciones “Laguntasuna” (“amistad” o “ayuda”) y “Jaretasuna” (“libertad”), y explico cómo estos conceptos, enraízados e interpretados en el contexto cristiano y de las viejas leyes vascas, respectivamente, siguen transmitiendo (creo que de forma más comprensible hoy en día) el mensaje y el proyecto político que quería condensar el lema JEL.
El formato periodístico en el que ahora escribo no me permite entrar en detalles (para eso están artículos como el de Hermes), pero remitirme a las fuentes de una y otra, y conectar ambas ideas, me permite además poner en contacto el lema JEL con otras ideas como la concertación política y la forma y las garantías con las que, en una nueva etapa política, el autogobierno vasco (y navarro) podrían todavía encontrar amparo además de en nuestra tradición histórica, en el marco constitucional español (o francés), sin renunciar a la recuperación de su plena soberanía nacional. O con conceptos más amplios que también resuenan en nuestro ideario, como la justicia social, la cooperación internacional, la profundización democrática o la emancipación personal y colectiva (nacional) de vascos y vascas.
Desde esa perspectiva, el concepto de “amistad” (y el mandato de “ayuda” que implica, con la ventaja de que, en euskera, ambos términos comparten la raíz “lagun”) se explora como una virtud fundamental, arraigada en el núcleo mismo de la tradición cristiana. La “amistad” de la que habla no se entiende solo como un tipo de relación personal, sino como una expresión del “amor cristiano hacia los demás” (lo que en términos teológicos se conoce como caritas o caridad, otra palabra que, hoy en día y desde una lectura ingenuamente contemporánea, llama a engaño) pero que, traducido en términos más llanos y actuales por “amistad”, en la manera en que se usaba originalmente, hace referencia a un sentimiento desinteresado y profundo, que busca el bienestar del otro. La amistad verdadera, en este contexto, es un medio para superar el egoísmo y el individualismo, promoviendo la ayuda mutua y el respeto por la dignidad mutua, es decir, de la dignidad humana. Trasciende las relaciones humanas ordinarias y, proyectada en la sociedad en su conjunto, refleja un compromiso más amplio con la comunidad, lo que lleva a una solidaridad genuina y al compromiso sincero con los demás, a búsqueda del bien común por encima de los intereses individuales. Y que, por tanto, tiene una inmediata aplicación política (a parte de un bonito y rico significado, especialmente en euskera, y un encaje perfecto en el acrónimo JEL).
No se trata, por tanto, de asumir íntegramente toda la doctrina o moral cristianas (lo que sería incompatible con la aconfesionalidad o el pluralismo que queremos promover), sino referirse sólo a aquello más esencial o nuclear de la misma.
Por ello, se propone que la “trascendencia” mencionada en los Estatutos, en lugar de responder a una simple o formal adhesión a la fe cristiana, debería traducirse en la necesidad de superar el egoísmo individual, precisamente, a través de la amistad, la ayuda mutua y el respeto de la dignidad humana, compatibles con los valores más modernos y actuales de EAJ-PNV.
Por su parte, el concepto de “libertad” (”Jaretasuna”) se explora en el contexto de las viejas leyes vascas y los fueros. El conjunto de leyes y costumbres que, en los distintos territorios vascos, regían las relaciones sociales, políticas y económicas (con origen, además, como el artículo analiza, en la tradición secular del reino de Navarra), reflejaba una determinada concepción de la libertad personal y colectiva que han configurado secularmente la base misma de la identidad vasca (y navarra).
Sabino ya hizo una lectura de los fueros en virtud de la cual la reivindicación de la “Ley vieja” no debía entenderse como un rechazo o un obstáculo al progreso, sino como la lucha por rehabilitar la garantía de las libertades históricas que permitieron a los distintos territorios vascos gobernarse a sí mismos en diferentes contextos históricos (incluso en el marco de imperios y reinos con proyección global, como en su momento fueron el español o el francés).
En mi artículo recuerdo cómo la defensa de la libertad, colectiva y personal, está en el origen mismo de la idea de nacionalismo: libertar la patria para que las personas que viven en ella puedan ser personas libres (lagun jareak). Y viceversa, como dirían en Obanos.
Se reflexiona cómo reforzar la democracia significa hacer libres a los ciudadanos de cualquier poder (interno o externo) que no sea el de los propios ciudadanos. Se debe exigir a quien vaya a ejercer el poder concedido por esos ciudadanos que respete las libertades esenciales u originales de los mismos.
Por otro lado, la ley vieja, incluso en sus textos originales, no es ni ha sido nunca inamovible. El contenido de esas libertades esenciales debe adaptarse y estar abierta “al avance de la civilización”. Los redactores de los fueros estaban mandatados para poner y quitar las leyes más convenientes, porque no hay, ni debe haber, límites absolutos a la libertad. Ni en los fueros, ni en la Constitución, porque los ciudadanos siempre son libres para modificarla (o encargar a sus representantes que lo hagan).
La renovación del lema JEL debería reflejar este entendimiento de la libertad, compatible con los principios democráticos, el pluralismo y la participación ciudadana que el partido defiende.
En resumen, puede ser hora de que el partido avance un paso más en su evolución y permanente adaptación, y que transmita de forma más clara su proyecto a sus afiliados. Como persona “Jare izan eta Lagundu”. Como nacionalistas o abertzales, “aberria Jare egin eta beste herrien Lagun”. “Jare eta Lagun”. No es un reto ni un mandato pequeño.
Este puede ser, a mi juicio, el nuevo lema de un partido genuinamente jeltzale. El lema de un partido abierto al progreso y a todos los avances de la civilización en beneficio del ser humano. El lema de un partido democrático, participativo, plural, aconfesional, humanista, verdaderamente abertzale... Esto puede ser, hoy en día, ser verdaderamente jeltzale.
No creo que, tomando lo más profundo y mejor del mensaje original de Sabino, el lema, la cabecera y el nombre del partido se pueda expresar de una manera más actual, clara, precisa y comprensible, evitando cualquier malentendido posible.
Jurista