El Partido Demócrata celebra en Chicago a partir de este lunes su convención electoral que debería lanzar a la actual vicepresidenta Kamala Harris al ruedo político en momentos propicios para enfrentarse a su rival republicano Donald Trump.

El partido de Trump, quien por el momento parece algo descolocado y va perdiendo terreno ante su rival, tuvo su convención en julio, muy útil para demostrar su unidad, a pesar de que el último de sus actos, que fue el discurso del ex presidente y candidato Trump se prolongó hasta inducir al sueño a los telespectadores de todo el país.

Desde entonces, Harris ha ido acumulando puntos en la opinión pública: aunque ambos candidatos están muy igualados, en la mayoría de las encuestas va poco a poco avanzando para situarse delante de Trump.

La situación tal vez no dure: la candidata demócrata y vicepresidente de Joe Biden, esperó hasta este último viernes para detallar algunas de sus posiciones. Hasta entonces, se limitó a los actos electorales en que simplemente leía los textos preparados por los encargados de su campaña.

Cuando presentó finalmente propuestas concretas, anunció un plan económico que renueva ayudas sociales derivadas de la pandemia, ofrece más subsidios a grupos desfavorecidos, promete construir tres millones de viviendas y amenaza a las empresas alimenticias con perseguirlas si suben los precios excesivamente.

Estos planes encajan con la imagen y el historial progresista de la candidata y de su compañero electoral, el aspirante a vicepresidente y actual gobernador de Minnesota Tim Waltz, pero ni le servirán para atraer votos conservadores, ni seguramente para acallar las protestas que se están ya fraguando en torno a la convención de Chicago.

Serán protestas variopintas a cargo de los grupos más extremos del sector demócrata, que probablemente sumarán varios millares en nombre de Hamás, las preferencias sexuales, los Antifas y algunos más. Cualquier cosa que Kamala les diga para aplacarlos tendrá seguramente poco efecto, pues señalan que la candidata lleva cuatro años actuando junto a Biden quien no ha satisfecho las reivindicaciones de estos grupos.

Tampoco puede Harris cambiar de rumbo, no solamente porque el programa presentado el viernes y la elección de vicepresidente afianzan sus posiciones progresistas, sino porque es demasiado tarde para convencer de que se inclina hacia el centro político.

Kamala parece convencida de que gana más aplacando a los elementos extremos que a las clases obreras tradicionalmente demócratas o a los independientes que aún no se han comprometido con Trump.

Quizá los fontaneros demócratas consigan moderar las protestas y Harris pueda mantener en la convención sus habituales carcajadas y preparar el terreno para conseguir lo que la sesuda Hillary no logró: llevar por primera vez a una mujer al Despacho Oval.