En biología se estudia el código genético de la persona (ADN), entre otras cosas, para poder prevenir enfermedades a través del conocimiento de factores hereditarios. También en la organización social es útil conocer los mecanismos arraigados en su forma de funcionamiento que formando parte de su naturaleza pueden condicionar el futuro.
El poder político actual es resultado de una larga trayectoria histórica que transcurre esencialmente entre señoríos feudales, monarquías absolutas, dictaduras, regímenes totalitarios... y algunos breves periodos de repúblicas parlamentarias; todo ello plagado de enfrentamientos armados que imponen sus tesis por la fuerza. Esta truculenta historia, finalmente, decanta en un sistema democrático organizado en tres poderes y regido mediante representantes electos por sufragio universal.
Con la democracia cambia la cúpula del poder, se eliminan intereses bastardos, se atienden necesidades sociales, se eliminan “castas”, se nombran representantes electos, se introducen sistemas de control..., pero los mecanismos del poder siguen básicamente intactos. Se concibe al Estado como legítimo titular de un poder superior que rige la vida de los ciudadanos, que se nutre de impuestos, que gestiona sus necesidades y redistribuye recursos de forma justa. Podrá “descentralizarse”, cambiarán sus gestores..., pero su naturaleza no se cuestiona. El poder se ejerce desde arriba hacia abajo interpretando necesidades con un claro sesgo paternalista de velar por el pueblo.
En el “código genético” de la sociedad quedan también rescoldos de ancestrales formas de organización que, sustentadas en la dignidad y libertad de la persona, fueron capaces de organizarse en comunidades (“auzo-lan”), generar representaciones comarcales, organizar itinerantes Juntas Generales, reunirse bajo el roble de Gernika y pactar con los estados las relaciones mutuas de soberanía.
Son dos formas distintas de entender el poder: desde el superior del estado controlador y garante de las esencias patrias y desde la persona con su capacidad creativa, de organización, de actuación y progreso. La primera podrá descentralizarse en poderes menores, sin perder su esencia, mientras que la segunda, llegado a un límite, necesita complementarse subsidiariamente con otros para cubrir sus carencias.
Para poder optar por un modelo u otro es necesario situarse ante la realidad actual y sus necesidades. Hay tres factores determinantes: la sociedad se encuentra en profunda mutación (todo está por hacer), el Estado se ha disgregado en múltiples estadios organizativos (integración europea y descentralización interna) y la población ha adquirido un elevado nivel de formación y cuenta con poderosas instituciones (potenciales infrautilizados).
Las dos formas de poder descritas no tienen por qué ser ni optativas ni antagónicas. Su complementación permite descubrir sorprendentes e inéditos potenciales que, superando la suma de fuerzas aisladas, multiplica capacidades creativas; para ello se requiere adoptar nuevas normas de conducta (códigos) que optimicen la organización social. Es preciso empezar por asignar a cada uno de ellos un rol específico:
–A las personas, comunidades y organizaciones sociales para asumir sus propias responsabilidades, sin tutelas ni paternalismos, demostrando una “mayoría de edad” capaz de crear instituciones económicas y organizaciones eficientes. Se trata de potenciar el impulso creativo en la sociedad. (Pasar de una actitud pasivo-reivindicativa a otra proactivo-promotora).
–A los poderes del estado para que impulsen el protagonismo de personas y comunidades en el desarrollo social, complementen sus carencias (papel subsidiario) y armonicen el conjunto desde la justicia y solidaridad. (Huir del paternalismo alienante, reconocer la responsabilidad creativa de personas y comunidades y armonizar el conjunto).
Se trata de utilizar al máximo los potenciales de cada una de las tradicionales formulaciones de nuestro “código genético”, poner a toda la sociedad en actitud de establecer estrategias de futuro y crear redes de cooperación que aúnen y complementan esfuerzos.
Los arraigados “códigos genéticos”, presentes en nuestra organización social, deben reformularse para que contribuyan a la conformación de un país avanzado.
Autor del libro: ‘Horizontes de esperanza. Una visión comunitaria para la sociedad vasca’