Hemos pasado de decir Nunca máis con los compañeros y compañeras gallegas a decir Outra máis. ¿Estamos ante un nuevo Prestige? No, sin que esto signifique quitarle hierro al problema, que para eso ya está la Xunta. Las 26 toneladas de pellets derramadas desde el Toconao no son comparables con las 63.000 toneladas de crudo del Prestige. Pero, ojo, por una parte, tampoco son moco de pavo, y sin duda tendrán su incidencia en el medio marino, y, por otra, y sobre todo, dejan en evidencia que las autoridades no han aprendido nada de aquella catástrofe.

El dedo de los pellets señala a la Luna de que, si se produce un nuevo caso como aquel –o cuando se produzca, porque con el tráfico marítimo que se registra en la costa de Galicia estadísticamente es cuestión de tiempo que se planteen este tipo de situaciones–, corremos el riesgo de que la administración actúe exactamente como entonces, o sea, como ahora: primero, va a negar la propia existencia del problema y, cuando ya le resulte imposible hacerlo, tratará de minimizarlo y responsabilizará a otros. Estamos convencidos de que esto es, en buena medida, consecuencia de la impunidad, consecuencia de que los verdaderos responsables del desastre del Prestige no llegaron a sentarse en el banquillo.

Y en Euskal Herria, ¿qué? Pues aquí toca vigilar y, si los pellets llegan en manchas o líneas significativas, abordarlas en el mar y, si no hay más remedio, en tierra, con equipos profesionales. No vemos razones en este caso ni consideramos conveniente recurrir al voluntariado para recoger pellets, pero, si la situación lo requiriera, no dudamos de que la ciudadanía estaría a la altura de las circunstancias. A las instituciones vascas hay que pedirles que actúen con agilidad, coordinación y transparencia.

En todo caso, lo más probable es que la mayoría de los pellets del Toconao que lleguen lo hagan en la sopa de plásticos que pulula en el golfo de Bizkaia. Y aquí volvemos a recurrir a la metáfora del dedo y la Luna. Porque el dedo de los pellets está señalando a la Luna del problema de los plásticos, y haríamos mal en quedarnos mirando al dedo.

¿Que cuál es la magnitud de ese problema en el golfo de Bizkaia? En 2016 se barajaba la cifra de 50 millones de toneladas de residuos. Como ya han pasado unos años, la persistencia del plástico es tremenda y continúan los vertidos, hoy serán bastantes más. Pero contamos con datos más modernos y más detallados. Copiamos de la web de Azti algunas de las conclusiones de su estudio de 2022: “La abundancia media de plástico encontrado ha sido de entre 739.395 y 2.625.271 piezas por km2 (equivalente a 998 y 4.338 gramos por km2) y una media de 232.227 elementos por km2”; “los microplásticos representan el 93% de la cantidad de plástico presente en las muestras analizadas (28% en peso), los mesoplásticos el 7% (26%) y los macroplásticos el 1% (46%)”; “este estudio demuestra que el sudeste del golfo de Bizkaia es un punto caliente de plástico con niveles en las aguas costeras similares a los del Mar Mediterráneo u otras zonas de agregación de basura”; “esta zona del golfo de Bizkaia [es] como un ‘callejón sin salida’ para los microplásticos”.

¿De dónde llega toda esa basura? Sobre todo de la actividad en tierra. Suele manejarse el dato de que el 80% de los residuos arrojados al mar son de plástico.

¿Pero de tierra… de dónde? “Porque, claro, este es un problema global y tal”… Sí, claro que lo es, pero volvemos a copiar de la web de Azti una frase que nos saca de dudas y, si nuestra intención es utilizar lo del “problema global” como coartada, nos golpea como un mazo: “La basura que encontramos en el golfo de Bizkaia es principalmente la generada por los habitantes del golfo de Bizkaia, no proviene de China”.

¿Y cómo llega al mar? Pues normalmente por el sistema de alcantarillado y por los ríos, que son auténticas autopistas para el plástico. De alguna manera, como tantas veces hemos dicho, el mar empieza en nuestras casas, aunque no vivamos precisamente en primera línea de playa.

¿Cómo abordar el problema? Obviamente, en origen, poniendo coto a la producción indiscriminada de plástico, sobre todo de usar y tirar, algo en lo que la UE ha avanzado, pero de forma muy, muy insuficiente. Y, obviamente también, los ciudadanos y ciudadanas debemos hacer un uso más responsable del plástico y, por supuesto, depositarlo correctamente para su reciclaje. Pero entre las decisiones macro que pueda tomar la UE y las apelaciones a la responsabilidad individual, hay un montón de instituciones que tienen competencias y deben actuar. Por supuesto, Ura, pero también las diputaciones y los ayuntamientos.

Pueden, por ejemplo, tomarse medidas preventivas, como colocar rejillas en la parte baja de las barandillas que colindan con los cauces fluviales, método que desde Eguzki venimos impulsando en los últimos años. Por supuesto, tienen un efecto limitado, pero funcionan. Además, las corporaciones locales pueden y deben dedicar recursos a limpiar periódicamente el río, del mismo modo que los dedican a limpiar la plaza o las calles del pueblo. Y deben hacerlo, además, con un equipo profesional. Eso de “cumplir” organizando una vez al año una jornada de limpieza con el alumnado de los centros escolares bajo la coartada de la “sensibilización” no nos parece admisible, salvo que tenga su razón de ser en un plan de acción más ambicioso. Y, por supuesto, deben vigilar el río y aplicar los reglamentos y las ordenanzas, sanciones incluidas. ¿Por qué en ámbitos como el aparcamiento, por no hablar de la Ley Mordaza o las infracciones con Hacienda, las sanciones son comunes y, sin embargo, cuando se trata de cuestiones que afectan al medio ambiente, parece que hay reparos en ir más allá de la “concienciación”. Porque una cosa está clara: en los ríos se acumulan toneladas de residuos que, en la mayoría de los casos, no han llegado allí por descuido, por accidente o impulsados por el viento, sino porque hay quien utiliza los cauces fluviales como su vertedero particular, sin que ello tenga para él consecuencias o las tenga mínimas. Y, mientras esto siga siendo así, los ríos seguirán siendo vertederos y, además, autopistas para que los plásticos lleguen al mar. En 2024, quien tira las bolsas de basura desde el balcón, quien deposita sus residuos al borde del río o los arroja talud abajo para que en la primera crecida el agua se los lleve, debe ser sancionado.

En fin, que se puede y se debe actuar sobre el problema desde muchos flancos. Que el dedo que llega de Galicia sirva para que nos fijemos en la Luna del mar de plástico vasco.