Al Tribunal Supremo se ve que no le enamoran las campañas de precios de Eroski y prefiere que la cadena le haga regalos personalizados a alguno de sus clientes más ilustres. Así que esta semana ha ratificado la condena de la Audiencia de Madrid por la que Cristina Cifuentes, expresidenta de esa comunidad autónoma y del PP en ella, recibirá 30.000 euros de la cooperativa por la filtración del vídeo que acreditaba que había robado cremas antiedad.

A Cifuentes, la misma Audiencia ya la había absuelto de toda responsabilidad en el caso Máster, aunque fue la beneficiada de haber incluido en su currículo un título de máster para el que no fue a clase, no se examinó y se falsificó el acta de su trabajo de fin de curso, que al parecer tampoco existió. En ese caso, la Audiencia condenó a su asesora y a una profesora pero no consideró que Cifuentes fuera la inductora de la falsificación documental, así que se fue de rositas para tranquilidad de todos los que alguna vez han visto incluidas en su currículo titulaciones que no han cursado pero que alguien –vaya usted a saber por qué– les regala mediante falsificación de documento oficial para que lo exhiba públicamente y quede fetén.

En el caso que nos ocupa, el bendito vídeo provocó la dimisión que no logró la falsificación de su historial de méritos. Aunque quizá fue peor el remedio que la enfermedad porque abrió la puerta ancha a Isabel Díaz Ayuso. Pero el caso es que el Tribunal Supremo coincide en que atenta contra su intimidad y su imagen el hecho de que Eroski no hubiera destruido la grabación y esta se filtrara. Un atentado cuyo alcance e impacto económico cifra en 30.000 euros pero que no ha impedido su sistemática presencia durante meses diciendo las cosas que dice como tertuliana en varios programas de Telecinco y Cuatro o que se postulara a todos los realities de cocina y supervivencia que se le cruzaron por el camino, sin éxito. Sí que consiguió participar en uno de HBO de nombre elocuente –Traidores– en el que la manipulación y el engaño son la base del juego. Como currículo, es más propio de sostenerse con cremas antiedad que con másteres.