El terremoto de Marruecos le ha quitado protagonismo, pero esta era la semana de hablar del infame golpe de Estado que Pinochet perpetró hace 50 años, a lo que se añadieron 6.643 días de tortura, dolor y sufrimiento. Y es necesario hacerlo, sobre todo, ante los que juegan al anhelo de las dictaduras. De todas las diferentes aristas, me quedo con los siguientes.

Una tercera parte de los chilenos considera todavía a día de hoy que Pinochet tenía razón en dar el golpe de estado, algo realmente preocupante. Algunos, porque debían “zafarse” del comunista Salvador Allende, otros, consideran que el presidente de izquierdas no tenía la legitimidad suficiente para emprender los cambios que intentó ante su muy ajustada victoria. Este último argumento da más miedo, pues algunos discursos en la actualidad suenan muy parecidos a los que en su momento fueron utilizados para justificar el golpe en sociedades cada vez más polarizadas. Vinculado con el anterior, está el innegable rol que Estados Unidos jugó para que Pinochet gobernada, en ello ahondan gran parte de los medios europeos. Sin embargo, únicamente el 4% de los chilenos considera a este país el principal responsable y el 22% que lo fue Pinochet. Entre ambos no suman más de la cuarta parte de su población. Barack Obama, al no condenar el golpe en su visita en 2011 a Santiago de Chile, no ayudó, aunque la administración actual se ha comprometido a desclasificar todos los documentos.

Chile fue durante el gobierno de Pinochet uno de los primeros países del mundo en probar las recetas neoliberales que hora todos rechazamos por la desigualdad que han supuesto. Milton Friedman se reunió directamente con Augusto Pinochet en el 1975 recibiendo fuertes críticos por no condenar las violaciones de derechos humanos. Según la OCDE y consecuencia de estas políticas, Chile tenía hasta hace pocos años la educación superior más cara del mundo, de mundo sí. El presidente actual, Gabriel Boric, fue un antiguo líder estudiantil que se rebeló ante esta situación y supuso uno de los de estallidos sociales más sonados de América Latina en los últimos años.

Pero nada me molesta más cuando regresa Pinochet y su dictadura a nuestra memoria que su segundo apellido, Ugarte. La Biblioteca del Congreso Nacional de Chile siempre le nombra además al dictador con su primer y segundo apellido. Y como imaginarán, sus orígenes vascos son innegables, para nuestra deshonra, de Lemoiz exactamente, según el académico Eugenio Narbaiza. Migrantes lejanos del XVII por parte de su madre.

Chile de todas maneras de para todo, pues Salvador Allende también tenía orígenes vascos, y entre el 10 y el 25% de su población, según las estimaciones. La comunidad de ascendencia vasca mayor del mundo, que comenzó desde la propia conquista con Diego de Almagro en 1535 y Pedro Valdivia en 1940.

Y para quienes esto todavía no les sea suficiente y necesiten dosis de épica vasca en América Latina que les hagan superar la deshonra del segundo apellido de Pinochet, siempre nos quedará el libertador Simon Bolivar, descendiente de quinta generación de un vecino de Bolibar que migró a Venezuela en el siglo XVI y, antes de liderar las campañas por la independencia, vivió un año en Bilbao para conocer sus orígenes, en 1801 exactamente.

Profesor sobre Democracia en la Universidad Cayetano Heredia de Perú. Director de The Sherwood Way y ex director de Oxfam para América Latina y Caribe