entendemos por profesión la labor que ejercemos en la sociedad a cambio de un salario. Y por vocación, la inclinación o interés que sentimos para dedicarnos a algo (una forma de vida, un trabajo…).

Si unimos estos dos términos, resulta el título de este artículo en el que voy a dar mi opinión respecto a la importancia de la vocación en una profesión concreta: la educación.

La vocación incluye características como la motivación, habilidades, capacidades y aptitudes. Produce una satisfacción personal que permite desarrollar mejores aptitudes.

Cuando un educador realiza su trabajo, el cual le estimula, motiva e ilusiona, experimenta una felicidad interior, tiene ganas de ir a trabajar, de crecer profesionalmente. No piensa sólo en el salario que va a cobrar.

Yo he tenido muchos profesores con vocación, y mis hijos también, quién no; los hay, y no pocos. Pero también me han tocado profesores sin vocación, y a mis hijos también, a quién no…

Entiendo que es una profesión difícil. Cada etapa de la educación tiene sus complicaciones. Pero cuando esas personas la eligieron, ya sabían dónde se metían. Cuando estudiamos, elegimos lo que nos gusta porque sentimos que esa profesión en concreto encaja con nosotros, ¿o no…?

Soy profesora, pero no ejerzo. No obstante, mi experiencia dando clases de apoyo me dice que tengo vocación. Cuando los alumnos no me siguen el ritmo, intento motivarlos, buscar la manera de que me entiendan de otra forma. Practico la empatía y da resultados, os lo aseguro. Cuando vienen con una sonrisa y me dan las gracias porque han aprobado la materia (incluso con muy buena nota), yo les digo: “tú eres el único que lo ha logrado, yo sólo te he dado un empujoncito”. Pero la satisfacción que siento al ver cómo consiguen creer en sí mismos y son capaces de seguir ya sin mi ayuda… con eso me quedo.

Por otro lado, comprendo que el paso de los años en profesiones como esta, queme. Pero precisamente para eso están los retos, buscar caminos distintos para conseguir llegar a la meta, a la satisfacción final.

Por favor, os pido a los educadores quemados que no tiréis la toalla, que no os convirtáis en personas cuya palabra tiene más valor que la de nadie, que tienen la sartén por el mango ante alumnos, padres y madres indefensos por miedo a represalias.

Si estáis perdidos, buscad ayuda, hay herramientas que os pueden ser útiles (libros orientativos, cursillos…). Tenéis en vuestras manos el futuro de muchos chavales y chavalas. Y no hay mayor satisfacción que jubilarse con la sensación de haber hecho bien nuestro trabajo.

Y por último, propongo a quien corresponda que la vocación sea incluida como asignatura al estudiar la carrera. Incluso se la podría valorar en las oposiciones mediante test psicológicos. Sé que es una utopía, pero ahí lo dejo…

Me he referido en todo momento a la educación como profesión, pero esto podría aplicarse perfectamente a otras como la medicina o cualquier puesto de trabajo que implique atención al público, profesiones que tratan con personas, no con máquinas. Pero esto podríamos tratarlo en otro artículo… si os parece. l