Para estallido el que por desgracia se ha montado en Francia después del fallecimiento a manos de la policía del menor Nahel M. Antes de analizar con más profundidad este fenómeno, sus causas, sus efectos o sus posibles contagios, ruego al lector que vuelva a releer la frase que encabeza el presente artículo. Las opciones son muy diferentes: podríamos haber escrito “el cruel asesinato”, “lamentable accidente después de un forcejeo” o “lo liquidaron”. El sentimiento emocional que transmite cada frase es muy diferente, y pocas veces es inocente. Por ejemplo, en conflictos con terroristas el verbo más usado cuando alguno fallece es que la policía lo “ha abatido”. Tiene un perfil más suave que indicar “lo han matado”. Ni qué decir que el lenguaje que se usa en los medios está siempre muy trabajado, y en campañas electorales todavía más. Cuando se hacen encuestas, la forma de realizar la pregunta nos puede llevar a una respuesta dirigida de forma inconsciente. Si a eso se le añaden otros condimentos estadísticos nos referiríamos a “encuestas cocinadas”, acusación que muchas veces se ha realizado a José Félix Tezanos, presidente del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas, aunque hay quien lo denomina “centro de investigaciones socialistas”).

Estallido

En definitiva, las frases y las palabras, especialmente cuando ocupan un titular, se escogen con diferentes fines, aunque destacan dos. En primer lugar, vender más. En segundo lugar, orientar al receptor a una conclusión. Siempre, llamar la atención. Y todo ello sin comentar la fuerza de las imágenes. Basta leer qué tipo de fotos aparecen en los medios de comunicación de los diferentes políticos. Además de divertido, es fascinante. El ejemplo final; la visión que nos proporcionan los medios de los presidentes de los diferentes países. Unos tienden a aparecer más simpáticos, risueños, decididos y carismáticos. Otros tienen un aspecto más antipático y siniestro.

Las cifras del estallido francés que ahora comienza a remitir son enormes: cientos de edificios dañados, 1.900 coches quemados, 2.000 personas detenidas ó 500 policías heridos son en realidad mínimos que sólo pueden subir. ¿Cómo puede ser? ¿Ha fallado la integración? ¿Ha aumentado la desigualdad? ¿Estamos en la edad de la ira? Los análisis de esta situación siguen una estructura que abarca todo el espectro político. De forma reducida y exagerada podríamos indicar que para la izquierda más extrema la valoración sería que todo lo que ha ocurrido está justificado: “los ricos son culpables; ya no quieren vivir con otros y están fortificados” (Jean-Luc Mélenchon). El presidente Macron pide “responsabilidad a los padres para mantener a sus hijos en casa” para evitar más caos. No es difícil pensar la visión de la extrema derecha: “estos niñatos necesitan mano dura y ponerse a trabajar ya”.

Estamos programados para asociar a los problemas una única causa y una única solución. Además, esta visión de la realidad se ha acentuado por razones como la inmediatez, la costumbre de leer sólo los titulares o quedarnos con las imágenes de un suceso sin pensar en el porqué de las cosas. De hecho, más que meditar acerca de cómo funciona el mundo hacemos al revés: adaptamos el mundo a nuestra visión del mismo. Por eso es más fácil que un votante de izquierdas comprenda que una de las causas principales de la muerte de Nahel sea el racismo y que un votante de derechas lo vea como un accidente triste e injustificado que por desgracia ha ocurrido.

El mundo es un lugar muy complejo. Todos los efectos tienen causas basadas en el comportamiento humano y en la naturaleza combinados con una buena dosis de azar e incertidumbre. Tan sencillo, tan difícil. Aunque sea más fácil escribirlo que aplicarlo, sólo nos queda orientar los incentivos de las personas a realizar actividades que promuevan el bien común, penalizando de manera justa y proporcionada las actitudes que perjudican a un amplio espectro social o a nuestro medio ambiente.

Ahora bien, ¿cómo definir el bien común? Existe una línea temporal que nos lleva a un futuro que se convertirá primero en presente y después en pasado. El matiz es importante, debido a que nos lleva a dilemas como cerrar una fábrica que contamina mucho o dejarla abierta para evitar la gran cantidad de desempleo que se podría generar. Hay otras opciones más sencillas. Es fácil elegir entre trabajar cerca de casa ganando 3.000 euros al mes o trabajar fuera ganando 2.000 euros. Es fácil elegir entre abrir una fábrica para 1.000 empleados que no contamina y otra de 800 empleados que contamina. Sin embargo, la realidad no suele ser así. Cada elección tiene un coste.

Para comprender las razones ocultas del estallido francés (o de cualquier otro) y sus posibles soluciones necesitamos refinar nuestra visión interna del mundo. Eso nos ayudará a disfrutar del estallido de fiestas que ha comenzado de la mano del verano.l

Economía de la Conducta. UNED de Tudela