Más de una vez he defendido desde estas mismas líneas la necesidad de alejarse de planteamientos absolutos, de esos que lo dividen todo en blanco o negro, bueno o malo y victoria o derrota. Que la vida en general, y la política en particular, es mejor si nos detenemos en los matices. Que es necesario buscar esos equilibrios que permiten tejer una sociedad diversa y alejada del todo o nada al que nos quieren llevar, a veces incluso lo consiguen, quienes tanto interés tienen en fomentar el enfrentamiento continuo entre diferentes. Sigo pensando igual y me mantengo firme en la defensa del entendimiento y del pragmatismo; pero hoy me veo en la obligación de quejarme de quienes permanecen cómodos en la equidistancia o, lo que es peor, buscan constantemente el “empate infinito”; y de eso sabemos mucho en Euskadi.

De hecho, esta semana hemos conocido que el Ayuntamiento de Galdakao, gobernado por EH Bildu, ha elaborado un listado de víctimas en su web en el que da el mismo tratamiento a quienes practicaron la violencia y a quienes la sufrieron. Dicho de otra manera, pone al mismo nivel a Txapote y a una víctima de ETA. Este tipo de actuaciones que pretenden blanquear el pasado a través de la equiparación duelen pero no sorprenden; y no lo hacen porque nuestra historia reciente ha estado repleta de dolor y si algo bueno tiene que este país sea tan pequeño, es que aquí nos conocemos todos. Cada uno sabe dónde ha estado durante ese tiempo y parece que no todos tenemos la conciencia igual de tranquila, algo que, por otra parte, no deja de ser normal. Y si queremos construir un futuro de convivencia, y ese tendría que ser el objetivo de cualquier representante público, también del alcalde de Galdakao, debemos tener muy presente lo que ha ocurrido y, sobre todo, los errores que cada uno ha cometido. Aquí, sin embargo, se hace exactamente lo contrario, victimizan al verdugo para poner a todos en el mismo lugar y evitar así hacer una revisión crítica del pasado.