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Lo nuestro

Atender a lo que ocurre en el mundo está bien. Se conocen realidades nuevas y se pueden importar soluciones eficaces a nuestros problemas. Pero una cosa es atender para aprender y otra, muy distinta, tratar de convertir la política propia en una copia barata de lo que ocurre en otros lugares. Esta última es una tendencia cada vez más extendida en el Estado.

¿Que en Perú o en Alemania se han producido sendos intentos de golpe de Estado y este se ha convertido en un concepto de moda que genera rechazo en la sociedad? Pues lo utilizan los detractores de Sánchez para llamar golpista al presidente por sus reformas legales. ¿Que Trump vuelve a estar en boca de todos por sus últimas declaraciones tan desafortunadas como malintencionadas? Pues se valen de ello los oponentes de Ayuso para acusar a la presidenta madrileña de mantener un discurso trumpista.

Una estrategia poco edificante, que simplifica ideas y que parte de una baja consideración de los votantes. De esto tampoco nos libramos en Euskadi, donde hace tiempo que la izquierda abertzale trata de españolizar la política. Lo hacen replicando aquí debates que tanta polémica suscitan en el Congreso y en los platós madrileños. Ese intento por convertir nuestra política en binaria, aprovecharse del imaginario español y su influencia mediática en Euskadi para dibujar en nuestro país un escenario izquierda-derecha que les beneficie. Al igual que cuando hablan de ese supuesto bloque de izquierdas que pretenden liderar, obviando la consolidada y fructífera política de alianzas en nuestras instituciones de la que ellos suelen quedar fuera y que tan bien refleja la pluralidad del país. Es por esto por lo que el principal reto que afrontamos es el de mantener una agenda con debates propios alejados del ruido y los bloques. Lo más difícil será hacer frente a los obstáculos y lo más triste, que quienes los pondrán se hacen llamar abertzales, por mucho que estén más interesados en los titulares de Madrid que en las necesidades de Euskadi.