La mano de Irulegi está suponiendo una explosión de alegría colectiva en Navarra y en toda Euskal Herria; y seguramente constituye un avance cualitativo en las investigaciones de nuestra proto-historia. Es un hecho muy importante no solo cultural y socialmente, sino que también puede serlo económicamente.

Sin embargo, no es una novedad, sino una confirmación de datos, en los que aún queda mucho por descubrir, por investigar y por conocer. A mí me está resultando bastante extraño que apenas se haya sacado a relucir y, sobre todo, que no se haya comentado en todo el conjunto de reportajes y debates sobre esta cuestión la teoría del Vasco-Iberismo, que defendía la identidad o el parentesco entre la lengua ibérica y el euskara.

La teoría del Vasco-Iberismo, que aún sigue teniendo convencidos y vehementes defensores tanto en Vasconia como en otras partes de Iberia, fue una referencia muy cualificada y que perduró desde antes del siglo XV hasta el siglo XX. Ya figura en la Historia de Navarra de Pedro de Agramont de 1531, publicada por Mintzoa, y la sostuvieron también la gran mayoría de los apologistas del euskara durante todos esos siglos. Su símbolo principal era el mito de Tubal, y la defendieron también personajes importantes de la cultura vasca como Moguel, que la transmitieron a investigadores internacionales como Humbolt, Schuhardt y otros.

La tendencia mayoritaria en estos tiempos es la de considerar que, aunque existió un larguísimo periodo, quizá de miles de años, en que el euskara y el ibérico pudieron estar en contacto, lo que podría haber originado por lo menos un intercambio de léxico, no está demostrado que tuvieran un origen común o parentesco originario; pero podrían tener incluso un parentesco sobrevenido por el contacto. El propio Koldo Mitxelena elaboró una larga relación de más de 100 palabras del ibérico y del euskara que él consideraba coincidentes. Lo cierto es que las aparentes coincidencias o analogías en topónimos vascones e ibéricos son y han sido siempre motivo de infinidad de sugerencias; algunas un poco frívolas, y otras bastante indiscutibles.

Arturo Campión, en su último ensayo titulado Los orígenes del pueblo euskaldun, no defiende, pero tampoco impugna, la teoría del Vasco-Iberismo, aunque conocía perfectamente la grafía utilizada en los escasos textos ibéricos que se conservan, sobre todo en láminas de plomo y en algunas inscripciones en piedras, mosaicos y monedas. Hay relativa coincidencia en la lectura, pero no hay unanimidad en la interpretación; y ese estado de la investigación sigue así desde el siglo XIX.

Fue Campión quien escribió el texto de una de las placas de hierro del monumento a los Fueros de Pamplona-Iruña (hay otras con grafía usual en castellano, latín y euskara) utilizando el alfabeto ibérico, pero conteniendo un texto en euskara. Es decir, exactamente igual que lo que se considera que ocurre en la mano de Irulegi. Martín Larráyoz hace más de sesenta años en el Seminario de Iruña nos enseñó a transcribir dicho escrito, subrayando la advertencia del carácter silábico de algunos de esos signos; y advirtiendo que al texto le pondrían dos velas los abertzales, pero lo destruirían los centralistas si supiesen leerlo. Y esa broma profética ahí ha seguido en el monumento más emblemático de nuestra capital.

Luis Camarero Núñez, en su ensayo titulado El euskera arcaico ofrece una visión muy equilibrada de la cuestión sobre el origen y las teorías sobre el euskara, corrigiendo muchas de las exageraciones y de las interpretaciones carentes de rigor que se han escrito. Todas las lenguas cambian, y por lo tanto también el euskara; y si una lengua escrita –y estandarizada o fijada– como era el latín cambió hasta originar los diferentes romances, ¿cómo no va a haber cambiado el euskara desde el tiempo de su contacto con el ibérico?

Los defensores del Vasco-Iberismo que tratan –y siguen tratando– de interpretar los demasiado pocos textos ibéricos que se conservan a lo largo y ancho de prácticamente toda la península y parte de Europa con el euskara actual deberían tener más en cuenta la posibilidad de la evolución de nuestra propia lengua.

Pero también deberían hacerlo los defensores de otras teorías, aún mucho menos rigurosas, como son los negacionistas de uno y otro lado, cuya motivación por el odio irracional le hace caer en el ridículo, pues mientras en la CAV defienden la euskaldunización tardía porque les invadió desde Navarra, en Navarra sostienen que vino desde la CAV y mientras en el Sur que vino del Norte, en el Norte que vino del Sur. Lo cierto es que la supervivencia de cada lengua precisa por necesidad intrínseca una extensión que ampare sus relaciones sociales con las capacidades de comunicación inherentes a cada tiempo. Si Cascante y Calahorra son lo que son y han sido lo que han sido, la negación de la libertad lingüística en la Ribera es no solo una ridiculez, sino también un insulto y un perjuicio a las ciudadanas y ciudadanos de la Ribera.

La mano de Irulegi constituye además un antecedente y, por lo tanto, una prueba más de la imposible falsedad del yacimiento de Iruña-Veleia, cuya autenticidad no se puede negar con argumentos lingüísticos, igual que la evolución no se puede negar con argumentos bíblicos del Génesis, aunque algunos exegetas así lo han pretendido siempre. Incluso los tribunales, que tantas veces se equivocan, pero que muchas veces aciertan, ni siquiera aceptaron el testimonio de los lingüistas y tienen otorgado un valor a las piezas allí encontradas, muchas de las cuales siguen sin ser limpiadas en algún sótano de la Diputación de Álava, porque si se mandasen a limpiar a Cambridge o a donde proceda, tal como se hizo afortunadamente con la mano de Irulegi, constituirían prueba de lo que se pretende ocultar y obstruir.

En Pamplona-Iruña no podemos, nunca dejaremos de evocar el terrible daño ocasionado con la destrucción del yacimiento de la Plaza del Castillo, único ejemplo en el mundo de coexistencia conjunta de dos cementerios de dos religiones monoteístas. En estos tiempos, en que la coexistencia de las culturas es el reto profundo de la convivencia, el ejemplo de un yacimiento con sus tres niveles, el vascón, el romano con sus termas y los dos cementerios constituía una riqueza, no solo histórica y cultural, sino también económica, destruida por la ignorancia y el odio.

Nos queda el sonreír con la broma de Campión y gozar con la estupenda noticia de Aranguren. Bejondeizuela! Enhorabuena!

Abogado