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Tardíos

TardíosPixabay.

El revanchismo y el ventajismo nunca han sido buenos aliados a la hora de afrontar el análisis del pasado y de los acontecimientos presentes. Esa tentación debe ser rechazada de plano, porque nadie está libre de las incoherencias y porque si nos afanamos en la búsqueda de la pureza de los recorridos personales de cada uno de nosotros, absolutamente todos contaremos con nuestra particular mancha negra. Dicho de otra manera, todos somos hijos de circunstancias y decisiones de entornos en los que uno mismo no es más que el beneficiario o el perjudicado de todo ello. La evolución en las ideas es además enriquecedora y necesaria.

Pero de la misma manera, parece que es de justicia situar las piezas en el lugar que les corresponde, sobre todo para que no se repitan errores que nos han causado consecuencias negativas. Tampoco está de sobra reconocer con humildad el tino de aquellos que supieron acertar en el camino que había que tomar, incluso en circunstancias difíciles

En este contexto, debemos admitir que en ocasiones nos invade cierta perplejidad ante la llegada tardía de aquellos que pretenden en algunos casos reescribir la historia y en otros muchos, poniendo el marcador a cero, iniciar un camino que otros, afortunadamente, iniciaron décadas atrás. Tal comportamiento no ayuda a la hora de plantear de manera correcta el escenario futuro. Por todo ello, con el fin de abrir un debate sano es necesario precisar cuestiones que muchos obvian apresuradamente, probablemente porque no salen bien parados de tal ejercicio.

En primer lugar, partimos de la constatación de realidades con las que todos –o casi– podemos coincidir. Por ejemplo, la robustez de nuestra economía y el exitoso proceso de normalización del euskera, modelo envidiado en todo el mundo, a pesar de que una extraña alianza de agoreros y tardíos procura desdeñarlo. También nuestra política social. Se trata en definitiva de una extensa lista de materias que incluso nos sitúa en algunos casos por delante de los países nórdicos que con frecuencia tanto alabamos pero tan poco conocemos.

A algunos les resulta también problemático el reparto de los méritos en los citados resultados exitosos. Están quienes focalizan en exceso el éxito en las instituciones creadas cuatro décadas atrás y quienes, por el contrario, restando cualquier reconocimiento a instituciones que hasta fechas recientes ni siquiera legitimaban, vuelcan sus halagos en exclusiva en la sociedad, concretamente en la parte de la sociedad que identifican ideológicamente como propia. No debería ser complicado alabar todas las aportaciones en un ejercicio de sinceridad.

En cualquier caso, llegar tarde ocasiona problemas para uno mismo, pero también para los ajenos. La máxima de que nunca es tarde es aceptada de manera unánime pero es necesario que el aterrizaje se realice con humildad y autocrítica; nunca con la obstinación de impartir lecciones a quienes ya estaban ahí. Desde la recuperación del autogobierno se ha articulado un espacio que ha posibilitado el enorme crecimiento de nuestra sociedad, espacio del que nadie puede arrogarse exclusividad alguna. Han sido muchos los protagonistas a los que se les debe el reconocimiento. 

Lo que no parece aceptable es que quienes obstaculizaron gran parte de las iniciativas gestadas en el citado espacio traten ahora de apoderarse de él ignorando a aquellos que con mucho sudor protagonizaron la gesta. Pretender tener siempre la razón, en cualquiera de las circunstancias, resulta tramposo y ventajista. La lógica invita a pensar en que los que fueron vanguardia deben de nuevo ser quienes lleven el timón del barco. Les acompaña toda la legitimidad. Su gradualismo y posibilismo, profundamente denostado años atrás, son el camino que ha servido para avanzar de manera evidente. También sus apuestas estratégicas en infinidad de materias.

En tiempos convulsos como los que vivimos urge interpretar correctamente lo que se está cociendo en nuestra sociedad y para ello es imprescindible escuchar a aquellos que lo hicieron de manera correcta en épocas también tumultuosas Esta historia que algunos, los tardíos, parecen haber descubierto súbitamente ahora tiene sus décadas de experiencia, habitualmente llevada a la práctica en soledad, rodeada además de muchas, demasiadas, dosis de hostilidad.