rematuramente desaparecido testigo de este tiempo y de este lugar: Al leer la noticia de su muerte, se me han agolpado las imágenes de los recortes de El País que fui coleccionando con su firma. Aquellos papeles amarillentos que quién sabe dónde guardaré cuentan historias que, alrededor de cuatro decenios después, siguen resultando incómodas. Ahí están los matariles aceitunos de Arregi, Zabalza y Lasa y Zabala, pero también la ejecución sumaria de la traidora Yoyes a manos del hoy encantado de conocerse Kubati, o los centenares de crímenes de ETA que tachonaron esos años en los que ser periodista aquí equivalía a cargar con una diana... o varias. Que la tierra, el aire o el mar le sean leves. Un abrazo emocionado para los suyos. l