mprovisacion. Rectificación. Perplejidad. Aislamiento. El diabólico parte médico de un Gobierno en estado de shock. Por él deambulan Pedro Sánchez y varios de sus ministros -otros ni aparecen- tras el clamoroso desastre de toda la izquierda en Andalucía. Solo así se entiende el ridículo doble tirabuzón en la rebaja del IVA de la luz al 5%. En dos semanas, y sin ponerse colorado ni mover una pestaña, el presidente se desdice, asume las tesis del PP y pone a los pies de los caballos la credibilidad de su vicepresidenta tercera, asumiendo una medida cosmética y que daña las arcas del Estado, como advirtió Teresa Ribera. O esa precipitada y electoralista visita en estilo casual a los montes arrasados en Zamora ante la punible negligencia del Gobierno de (ultra) derecha de Castilla y León, para que te venga un curtido paisano y te saque los colores en mitad de la plaza, convirtiéndose en trending topic. Actuar a salto de mata.

El desastre económico sigue acechando con zarpazos interminables. Con los precios cada día históricos de los combustibles, los efectos inflacionarios pueden resultar temibles en verano, paradójicamente cuando las playas aparezcan atiborradas y los hoteles se llenen con los precios más caros jamás conocidos. Pero, en paralelo, se ensancha la desigualdad y cobra forma una descorazonadora atmósfera intangible de inquietud. Por eso, para contener la hemorragia del descrédito gubernamental, de la presión de un PP desbocado en sus ansias de poder y del malestar social creciente, solo cabe sacar de la chistera unas gotas de populismo. Por ahí llegarán las nuevas ayudas mensuales a 4 millones de ciudadanos dentro de una prórroga a la coraza social como calmante que mitigue los bolsillos más desfavorecidos, que son legión.

Entre los socialistas que hablan en voz baja se desparrama la preocupación por el doloroso rejón andaluz. Sostienen que es un aviso demasiado desmoralizante antes de encarar los once meses previos a las elecciones municipales porque no ven atisbos de autocrítica ni propósito de enmienda. Ejemplo: Adriana Lastra en la noche del 19-J. En Unidas Podemos ocurre otro tanto. Muchos de sus cuadros solo tienen tiempo para poner palos en las ruedas del proyecto de Yolanda Díaz, cruzarse mil reproches -con razón- por el fiasco andaluz y, en los ratos libres, recuperar el espíritu revolucionario para manifestarse contra la OTAN, aunque lo prohíba la Delegación del Gobierno.

Sánchez busca desesperadamente válvulas de escape ante el acoso. Le vale hasta el arrojo público de Tezanos, augurando alto y claro que el líder socialista tendría un 29% de apoyo en unas próximas generales. Nada comparable con esa cita de efecto balsámico del próximo martes con Biden para acrisolar su prestigio, que lo tiene, ante la Unión Europa, su ambicioso objeto de deseo. Desde luego, le espera una semana de brillo internacional por mucho que sus socios se empeñen en ponerse enfrente bajo la pancarta.

Con todo, el debilitamiento de la apuesta Sánchez flota en el ambiente. Lo dijo Rufián a modo de premonición: la carestía de la vida se puede llevar por delante a cualquier gobierno de izquierdas que no palpe la realidad del precio del melón, la sandía o las cerezas. Peor aún el aserto de Cuca Gamarra: “usted no tiene remedio mientras siga anteponiendo la ideología por encima de la economía”. Todo un desgaste sin límite en 30 meses de legislatura esquizofrénica que sigue sin atisbar su estación término.

Ante tan difícil coyuntura, como si pareciera cercado, todas las ayudas le sabrán insuficientes, sobre todo si se le acaba escapando ese halo de suerte que siempre tuvo y la comunicación de sus acciones ministeriales siga adoleciendo de eficacia y de garra política. Por eso no es un trago de buen gusto la dimisión, forzada orgánica y editorialmente, de Oltra. Deja tocado al mejor barón que ahora mismo tiene el PSOE y a un baluarte de la operación Sumar. También es una pócima amarga que cuando vuelve en los medios afines el revival de la corrupción del pobre diablo Fernández Díaz ?-quizá para distraer el vendaval del PP en Andalucía-, venga Anticorrupción y decida sepultar la indignante comisión del hermano de Ayuso por las mascarillas. O qué decir de ese gesto del presidente por recuperar la línea caliente con ERC agarrándose al clavo ardiendo del diálogo con Catalunya y que desde la Generalitat le respondan con una exigencia de máximos porque ya no se fían de él. Las desdichas nunca vienen solas. l