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a vaca frisona de nombre Fadi hace unos pocos días volvió a alucinar en colores al ver el trajineo de políticos y periodistas que pululaban a su alrededor para sacar cientos de fotos y grabaciones de un señor, un tal Juanma, que con aires presidenciales se arrimaba, incluso demasiado, para salir bien guapo en las fotos con su perenne sonrisa.

Al parecer, Juanma, Moreno para más señas, hace cuatro años hizo una broma ante los medios de comunicación pidiéndole buena suerte a Fadi y, viendo que tras las elecciones alcanzó la presidencia de la Junta de Andalucía, por si acaso, Juanma ha decidido volver a donde su vaca talismán, no vaya a ser que, a pesar de todas las encuestas favorables, se tuerza la cosa en el último momento.

Fadi reside en el valle de los Pedroches, bastión lácteo de Andalucía, donde la cooperativa COVAP es el alma mater del sector primario de este rincón cordobés. En estos momentos, Fadi y sus compañeras de cuadra observan con tristeza el momento tan bajo que viven sus dueños, los ganaderos que ven cómo los precios percibidos por su leche están subiendo pero, lamentablemente, de forma claramente insuficiente y a un ritmo excesivamente lento si lo comparamos con el estratosférico e imparable incremento de los costes de producción, muy especialmente, la alimentación animal, la energía eléctrica y el gasóleo.

Como decía, el precio percibido por los ganaderos ha subido, sí. Según el índice de referencia del Ministerio de Agricultura, para la leche cruda de vaca ha subido en el mes de abril 0,037 euros/litro hasta situarse en los 0,420 euros/litro, por lo que podemos afirmar que la leche ha subido, como media, 0,056 euros/litro desde que comenzó el año y 0,085 euros durante los últimos doce meses.

Ahora bien, el alza de los costes de la alimentación animal, de la energía eléctrica y del gasóleo ha sido tan brutal (me resisto a escribir los porcentajes que en algunos casos incluso alcanzan los tres dígitos) que, aún reconociendo la mejora en los precios percibidos por los ganaderos, éstos no cubren, ni de lejos, los costes de producción que soportan los profesionales de la leche.

Aún así, los contratos que se han firmado y los que se firmarán, seguirán recogiendo, oficialmente, la coletilla de que los precios establecidos en el contrato cubren los costes de producción y, todo ello, aunque ambas partes, ganadero y primer comprador, por no hablar de las autoridades administrativas, sean plenamente conscientes de que están mintiendo.

Lamentablemente, tal y como hace poco escuchaba a un empresario lácteo, la subida, aunque escasa, del precio percibido por el ganadero no viene determinada, tal y como cabría pensar si la Ley de la Cadena Alimentaria se cumpliese, por el incremento de los costes de producción, sino porque hay una bajada de producción de leche que ha empezado a inquietar tanto a los industriales, que ven cómo cada vez les resulta más difícil cumplir los compromisos con los puntos de venta, como a los puntos de venta, especialmente a las cadenas de distribución con marca blanca propia que ven cómo falta leche para poder mantener su cuota de mercado.

Esta misma semana, una organización de productores lácteos publicó tres simples datos que explican la situación tan rara que está viviendo el mercado lácteo. Mientras las entregas de leche del mes de abril han descendido en un 2,31% con respecto al mismo mes del pasado ejercicio, el censo de vacas desciende en un 5,18% (43.460 vacas menos) en los dos últimos años porque los ganaderos han decidido enviar bastantes vacas al matadero por no poder pagar el pienso que consumían y, en tercer lugar, el consumo de lácteos ha subido en un 3,4% en el último año.

Como verán, estamos ante la tormenta perfecta. La falta de rentabilidad de los ganaderos por unos costes de producción elevadísimos les empuja, bien a reducir el aporte de alimento a las vacas, bien a reducir la cabaña sacrificando parte de la misma, lo cual tiene su fiel reflejo en el descenso de la producción láctea.

En esta tesitura, los ganaderos sin compromisos estables o sin estar incorporados en cooperativas, lo que muchos denominan subasteros, los que hacen la leche spot, son los que están logrando los mejores precios (también son los que más sufren cuando los precios van a la baja) mientras el resto de ganaderos, o bien firma contratos cortos para poder ir adaptándose mejor a la evolución de los costes, o bien, los más organizados, presionan al alza en su cooperativa para no verse forzados a marchar.

En definitiva, de continuar así, con unos ganaderos irremediable y perennemente obligados a producir a pérdidas, la consecuencia, más pronto que tarde, es clara y sencilla: consumir leche local será una quimera y en un plazo no excesivamente largo nos veremos habituados a consumir, mezclada con agua, leche en polvo que vendrá de continentes.

Señores consumidores, industriales y distribuidores, un consejo, al igual que Juanma, vayan buscándose su vaca talismán. l