a matanza en la estación de Kramatorsk por un misil lanzado por el ejército ruso da la razón a lo que en este periódico escribió hace unos días Txema Montero: "La guerra, cuanto más se prolonga, más cruel se hace". Tras la masacre descubierta en Bucha, este nuevo episodio contra la población civil nos pone ante el espejo de la auténtica dimensión del drama que están viviendo los ucranianos y del tipo de guerra que ha planteado Putin en la persecución de unos objetivos que siguen sin estar del todo claros. Uno trata de hacerse a la idea del sufrimiento y el dolor con el que la comunidad ucraniana que convive con nosotros sigue la actualidad de lo que ocurre en su país y me pregunto qué opinarán de la declaración institucional aprobada esta semana en las Juntas Generales de Gipuzkoa, en particular, de los términos empleados en el texto para describir lo que llevamos viendo a través de las televisiones a lo largo de los 45 días desde que comenzó el conflicto. No se mencionan las palabras guerra, ni invasión y tampoco se muestra empatía con el derecho de Ucrania a defenderse de las crueles intenciones de su agresor. Apoyada por todos los grupos salvo el PNV, que se abstuvo, es una declaración descafeinada y tristemente ingrata con el discurso que Zelenski pronunció la víspera en el Congreso español, cuando se refirió a los padecimientos de los vascos en Gernika para que nos hiciéramos una idea de lo que está pasando en Jerkov, Mariúpol, Kiev o Irpin.