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El principio del fin

a tibieza de las reacciones del Gobierno Vasco y de los sindicatos vascos a la decisión de LAB de no participar en los órganos de dirección de las EPSV de empleo Geroa, Elkarkidetza e Itzarri, que se han podido conocer hasta ahora, han puesto de relieve hasta qué punto el modelo complementario de pensiones vasco forma parte de las principales preocupaciones en la agenda de las instituciones, empresarios y centrales sindicales de este país.

La decisión de LAB de abandonar las EPSV de empleo, fruto de la negociación colectiva entre empresarios y los trabajadores, ha provocado que todo se precipite y que el modelo complementario de pensiones vasco entre en un proceso de inanición por la inacción de aquellos agentes que en los últimos 25 años no han querido alimentar y fomentar una iniciativa que surgió en Gipuzkoa, gracias a la gran visión de futuro de unos dirigentes sindicales que empezaban ya a intuir los problemas de desarrollo y sostenibilidad que se iban a producir más tarde en el sistema público de pensiones.

Esa idea de acercar la pensión al salario en activo con el fin de que el nivel de vida de los trabajadores se viera afectado lo menos posible, con todo lo que ello tiene de cohesión social y de favorecer a las personas con rentas bajas y medias y, por lo tanto, menos capacidad de ahorro, parece que tiene los días contados porque nadie en los últimos años se ha preocupado de su impulso y desarrollo en el conjunto de los territorios del país.

Está claro que estamos al principio del fin de las EPSV de empleo en Euskadi, entre las que destaca Geroa, porque, durante este último cuarto de siglo, ninguna institución ni agentes económicos y sociales se han preocupado de explicar a los ciudadanos, en general, y a los trabajadores, en particular, las bondades y ventajas del modelo complementario de pensiones vasco que, paradójicamente, va a ser replicado por el Gobierno español -cuya tramitación parlamentaria ya ha comenzado para su puesta en marcha en el mes de -, y ha contado con el reconocimiento en Europa, con la concesión de varios premios.

Durante este tiempo nadie se ha preocupado de la importancia de la previsión como instrumento para garantizar un futuro mejor en la etapa final de nuestras vidas en un contexto en el que el sistema público de pensiones, precisamente, por su característica de ser de reparto y no de capitalización, presenta problemas importantes de sostenibilidad, debido a que la población en edad de jubilación está aumentando de manera importante y con ello, la esperanza de vida, mientras que el número de cotizantes va en descenso y con unas aportaciones menores por tener niveles salariales bajos.

Según la Encuesta de Percepción Social de la Innovación, elaborada por la Fundación COTEC y dada a conocer recientemente, el 32% de la población activa del Estado ve hoy su futuro laboral peor que hace dos años. En el caso de los trabajadores jóvenes, entre 18 y 29 años, la percepción de que su futuro laboral va a ser peor alcanza el 43%. En relación a la innovación tecnológica, los encuestados se muestran divididos, ya que el 48% opina que crea más empleo del que se destruye, mientras que el 46% afirma lo contrario. La opinión de que la innovación tecnológica va a aumentar la desigualdad social alcanza al 56% de los consultados, frente al 30% que piensa lo contrario.

Esta es una realidad a la que no nos podemos abstraer, por lo que no se entiende la falta de decisión que en este sentido ha mostrado el Gobierno Vasco a la hora de liderar un proceso en el que debería haber implicado a las patronales que, en algunos casos, nunca han sido proactivas y, en otros, se han mostrado renuentes a fomentar las EPSV de empleo por considerar que suponen un aumento de los costes laborales, y a los sindicatos, que prefieren negociar aumentos salariales para no perder poder adquisitivo sin pensar en el futuro de los trabajadores. Y para ello, se ha retrocedido con argumentos de la izquierda que parecían ya superados como que las pensiones de los trabajadores solo pueden venir del Estado. Es tratar de observar la realidad desde una visión reduccionista y naif.

Tampoco se ha explicado que las aportaciones de los trabajadores a las EPSV contribuyen a desarrollar y fomentar el tejido empresarial vasco y que, en el caso de Geroa, supone el 6,31% de las inversiones que realiza. Según datos de la Federación de EPSV de Euskadi, que engloba tanto a las EPSV de empleo como a las individuales, la inversión de estas entidades en empresas vascas durante el año pasado alcanzó la cifra de 1.214 millones de euros.

En las próximas semanas, desde algunas instancias se recordará el patrimonio de los 29.081 millones de euros que gestionan en conjunto las EPSV de Euskadi y que representa el 36% del PIB vasco, en relación a la adopción de medidas para paliar la delicada situación económica que venimos sufriendo desde que comenzó la pandemia hace dos años y que se ha visto agravada de manera con la invasión rusa de Ucrania.

En este contexto de inoperancia general, hay que hacer referencia a las haciendas forales, que siguen tratando a las EPSV de empleo como una fuente de recaudación y no como una herramienta social que debería ser favorecida desde el punto de vista fiscal, como ha vuelto a reiterar el presidente de la Federación de EPSV de Euskadi, Ignacio Etxeberria, al demandar la recuperación de las deducciones de Impuesto de Sociedades, en el caso de las empresas, y del IRPF, en el caso de los trabajadores.

De la misma forma, deben primar el sistema de renta de las pensiones, que es la filosofía en la que se basa el modelo complementario, y no el rescate del capital. No tiene sentido que la percepción del ahorro en forma de renta se penalice con un 100% de la base imponible general del IRPF, mientras que el rescate del capital el gravamen fiscal es del 60%.

En esta coyuntura, habrá que preguntarse sobre la influencia que han podido tener las entidades bancarias a la hora de defender las EPSV individuales al considerarlas como un producto financiero relevante, dentro de su estrategia de negocio, tal y como lo vemos en las intensas campañas publicitarias que desarrollan cada final de año. Curiosamente, algunas tienen sus propias EPSV de empleo, en donde el complemento a la pensión pública iguala el salario que sus empleados percibían antes de jubilarse.

Con este panorama, donde parece que estamos dilapidando todo lo que se ha construido en este país en las últimas décadas, habrá que preguntarse cuál es la herencia que van a recibir nuestros hijos en el terreno de la prevención social cuando se está dejando morir un modelo complementario de pensiones que podía haber alcanzado a la mayoría de los trabajadores de Euskadi, mientras el Gobierno español pone en marcha su propio sistema basado curiosamente en la experiencia vasca. Toda una incongruencia.