an sido tantos los goles históricos (en cada jornada de Champions se anuncia al menos uno de esos únicos-e-irrepetibles), que la sociedad occidental tiene atrofiada la capacidad de apreciar cuándo puede estar ante uno de esos momentos estelares de la humanidad. O al menos, de la historia europea como el de Ucrania. Una tensión del siglo XX que se cuela como un fantasma y que recuerda a otro momento estelar -de los de verdad- que se vivió en la última posguerra mundial. El periodista italiano Indro Montanelli vivió parte de aquella Revolución húngara del 1956. El libro La sublime locura de la revolución recoge las crónicas que publicó en Corriere della Sera. Ni la Ucrania de hoy es aquella Hungría ni la Rusia de hoy es aquella URSS, pero el periódico de hoy parece el eco de aquellos textos. En aquella toma de Budapest había mongoles que hoy son chechenos, el Pravda culpó de la revuelta a fascistas, antiguos militares y latifundistas, y la "heroica" población húngara que en un momento creyó ver retirarse a las tropas soviéticas -volvieron para arrasar- se sintió abandonada por Occidente ("en Budapest ha muerto nuestra reacción", Montanelli dixit). De 1956 a 2022. Un aviso para quienes pasan la página de la historia en falso: un soplo de viento basta para que esa página del libro vuelva.