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cabo de finalizar mis bolos sobre la PAC. El último en Karrantza, zona especialmente ganadera donde las haya, que se caracteriza por su eminente carácter rural en un territorio como el de Bizkaia con fuerte peso industrial.

Vista la nutrida asistencia, queda más que patente que la PAC concita un gran interés, más aún cuando la cuenta corriente enrojece por el incremento desmesurado de los costes de producción. Las estadísticas nos revelan que, aproximadamente, aunque depende del subsector productivo al que uno se dedique, el 70-80% de los ingresos provienen del mercado mientras el 20-30% restante proviene de las ayudas. Por eso mismo, comprenderán el interés que suscita la PAC.

En estos momentos donde la tierra que pisamos parece moverse y donde la incertidumbre alcanza a todos los aspectos de la actividad agropecuaria (el precio abonado al productor, el PVP, los costes de los inputs, la normativa y legislación tanto agraria como medioambiental y laboral, etc.), empatizo con aquellos productores que no encuentran ningún asidero al que agarrarse y comprendo la desmoralización en que se halla situada la inmensa mayoría de los productores.

La PAC y la empatía, por cierto, estaban vinculadas en un episodio ocurrido hace unos años cuando la organización en la que trabajo, ENBA, reclamó la activación del anticipo en el pago de las ayudas directas de la PAC, permitido por la Unión Europea, anticipo por el que el pago de los fondos, 100% europeos, se adelantaban desde primeros de diciembre a mediados del mes de octubre.

La inercia funcionarial, el corporativismo mal entendido y la falta de empatía de algunos supuestos servidores públicos con los productores alcanzó tal calibre que se llegó a ridiculizar la necesidad de adelantar el pago "sólo un mes y medio". Eso sí, esos mismos funcionarios que dilataban u obstaculizaban el anticipo saltaron como un muelle cuando, en un ejemplo de paralelismo, se insinuó qué harían ellos en caso de que el abono de su nómina se retrasase un mes.

Malas caras y comentarios malhumorados a destiempo tuvimos que soportar en aquel caso, pero ellos, con su nómina nada desdeñable, abonada con puntualidad británica y con la seguridad que proporcionan las arcas públicas, durmieron a pierna suelta mientras los productores miraban y remiraban el nivel de su cuenta corriente para comprobar si podían abonar el pienso, los fertilizantes o la hipoteca.

Aunque tengo que reconocer que tenemos, en general, buenos funcionarios, entendidos como servidores públicos, no es menos cierto que cada vez es más frecuente observar actitudes, comportamientos y acciones que denotan una total falta de empatía del servidor público hacia el administrado, en este caso, hacia el productor.

Incluso en estos momentos de crisis grave, observamos cómo algunos funcionarios, hablo siempre de aquellos que están en contacto con el sector productor, muestran una preocupante falta de empatía con el sector que las está pasando canutas, perdiendo dinero día sí y día también, recortando gastos e inversiones que reconoce como indispensables para poder seguir adelante, pero a los que no puede hacer frente. Por eso, antes de que la cosa llegue a más, antes de que los productores estallen y antes de que se generalice la sensación de que cada vez hay más funcionarios, técnicos, asesores, sindicalistas, etc. por cada productor al pie del cañón, antes de que eso ocurra, todos estos citados, entre los que me incluyo, debiéramos hacer un autoexamen sincero de nuestra actitud y de nuestro empeño por ayudarles porque, al menos por lo que a mí me trasladan, muchos de los productores tienen la sensación de que son ellos los que están ayudando al mantenimiento de todo un tejido funcionarial alrededor suyo mientras los miembros de dicho entramado se alejan, cada vez más, de lo que les ocurre a los de la base.

No creo que deberíamos llegar ni a un servilismo mal entendido por ninguna de las partes, pero sí que, desde los que conformamos el universo que rodea a los productores, deberíamos tener meridianamente claro que ellos, los productores, son nuestros jefes.

A lo dicho, un poco de empatía con los jefes.