arlos San Juan era hasta hace unas semanas un desconocido, pero harto de ser tratado como un ciudadano de segunda, no solo expresó su crítica hacia la mediocre atención presencial que ofrecen actualmente las entidades bancarias, sino que optó por liderar una movilización que visibilizara el problema al que se enfrentan a diario miles de personas mayores, afectadas por la brecha digital. Con un lema efectivo, sacó a la luz una queja que, hasta entonces, no pasaba de las conversaciones de los cafés mañaneros para convertirla en noticia de prime time y en tema de interés para la agenda política. No sé si él era consciente cuando comenzó con su sencilla protesta de hasta dónde iba a llegar, pero al dar inicio a la recogida de firmas puso en jaque algo que, hasta entonces, parecía indiscutible: la política de reestructuración del sistema financiero. El ruido generado a raíz de su iniciativa ha provocado la respuesta de las entidades bancarias, que han adaptado sus protocolos para alargar la atención presencial y priorizar al colectivo de personas mayores. Carlos San Juan, además, ha conseguido mostrarnos algo que en esta época de hartazgo social, insultos anónimos y crítica destructiva se nos había olvidado. Que las protestas con base sólida y bien encauzadas pueden cambiar el statu quo y contribuir al bienestar social.