epaso, para su próxima publicación, las notas y grabaciones recogidas en una conversación mantenida con Juan Ignazio Zulaika a su vuelta de Florida. Ha asistido al cierre del Jai Alai de Dania, según sus palabras a la tala del último árbol que durante décadas de esplendor compuso un bello bosque de frontones abiertos en todo el mundo. Ha vivido emocionado el final de una historia, sentimiento acentuado al ver que era precisamente su hijo Jon uno de los últimos mohicanos que cerraban la puerta.

Desde su debut a los catorce años en Zaragoza, Zulaika jugó también en Barcelona, Milán, Florida y Connecticut; pero lo conocemos sobre todo por sus reflexiones, sus crónicas, sus historias y sus propuestas en torno a la cesta punta, esa modalidad que fuera de aquí ha sido conocida por dos de las palabras en euskera más universales, desde que Serafín Baroja bautizó así el frontón de Ategorrieta. Pero, en realidad, todas sus deliberaciones son también válidas -y necesarias- para el resto de modalidades de la pelota vasca, en una situación preocupante todas ellas, incluso la que mayor fortaleza exhibe.

Charlamos sobre los porqués del derrumbe; sobre apuestas, modelos de ocio, marcos legislativos, falta de liderazgos, empresarios, huelgas. Pero, sobre todo, escucho con atención la reivindicación que hace nuestro interlocutor de una innovación imprescindible para la supervivencia -y el relanzamiento- de un deporte recluido ya casi en exclusiva en Euskal Herria. No se lo digo, pero pienso a su vez que, mientras todo ello llega, daríamos un paso de gigante con algo tan sencillo como acudir un poco más a los frontones. Parece mentira, pero es matemática pura: solo un par de visitas anuales de los que nos decimos pelotazales darían para tanto como para que los Jai Alai de todas las modalidades volvieran a hacer honor a su nombre. No es mal día hoy, 20 de enero, para desear con Serafín Baroja que el renacimiento lo sea además para siempre: Beti alai!