fortunadamente, cada vez hay más gente joven que opta por las prendas de segunda mano, el reciclaje y otros gestos contrarios al hiperconsumo, que son los mismos que practicaban nuestros antepasados, aunque entonces era porque no les quedaba otro remedio. Pero como nosotros sí tenemos opción, el consumo se ha vuelto un complemento más. Ir por la calle con un café de marca americana en la mano es como llevar un collar o un bolso de moda. El puñetero Viernes Negro, además de ametrallarnos durante semanas, suena más a fecha trágica que otra cosa. Aunque hay comercios que no siguen la regla, y lo anuncian en sus escaparates, la ola publicitaria obliga a muchas tiendas a sumarse a este carro y los compradores participamos en este juego. Pero, ojo, la subida de precios de la energía y los problemas que confluyen en el transporte de mercancías por los mares no solo pueden acabar con las ganas de comprar objetos absurdos, o que tenemos repetidos 20 veces, también pueden terminar suprimiendo o encareciendo lo que de verdad nos hace falta. Luego nos sentimos muy solidarios con los refugiados de Lesbos, cuando les llevamos los zapatos que les hacen falta. Pero hay que reconocer que ya no sabíamos qué hacer con ellos.