añana lunes, festividad de San Francisco de Asís, los veterinarios celebraremos nuestro día. En la época del nacionalcatolicismo se dispuso que todas las profesiones tuvieran un santo patrono y a nosotros nos correspondió el Poverello de Assisi, después de haber barajado otras alternativas celestiales y desde hace 80 años, los mismos que, por similar motivo lleva en la cima de Urgull ese mamotreto, lo festejamos.

Finalizaba Memorias de un sueño, del veterinario José Luis Juaristi Arrizabalaga (Eibar, 1951), en la que aporta su experiencia y magisterio como especialista en vacuno lechero cuando nuestros baserritarras demandaban dignidad y respeto, traducidos en un precio justo para la leche por parte de las grandes distribuidoras. No nos conviene que desaparezcan y terminemos dependiendo de otros países como con los chips. Una subida mínima para el consumidor servirá para que los ganaderos continúen en sus explotaciones manteniendo su ganado, a los veterinarios, las industrias alimentarias, produciendo abono orgánico, frutas y verduras, procurándonos, cuero, carne, quesos, huevos, manteniendo la vida en los pueblos y evitando los incendios forestales. Es lo que esconde cada caserío y que deberíamos conocer, estimar y mantener. Se puede adornar con un fondo de txistu y tamboril, unas pinturas costumbristas y ese paternalismo trasnochado que, desde el siglo XIX, instituciones y urbanitas les dispensamos.

Hace un año y pico, personas cargadas de buena voluntad y miedo al virus manifestaban que la pandemia nos haría mejores personas. Hubo quien, cuestionando tan peregrina afirmación, la sometieron al tamiz del rigor científico. El catedrático de la Universidad de Deusto, Dr. San Salvador del Valle, nos ofrece las conclusiones de las encuestas realizadas a 1.450 personas, mayores de edad, residentes en Euskadi, en junio de 2020 y en junio de 2021, preguntándoles en qué medida sus maneras de pensar, sentir, aprender y hacer han cambiado con la pandemia. Extraigo algunos detalles curiosos, adelantándoles que no somos mejores personas después de haberle visto las espículas al virus.

También la Diputación Foral de Gipuzkoa ha presentado las conclusiones de otra encuesta en la que, me imagino, amén de recordar a las 334 personas usuarias fallecidas, habrán analizado la gestión de las residencias de mayores en profundidad, a pesar del archivo de las diligencias por la Fiscalía.

El covid-19 ha tenido un impacto severo en nosotros. El 17,4% de las familias guipuzcoanas la han sufrido en sus hogares. Seis de cada diez consideran que su vida ha cambiado mucho o bastante desde que empezó la pandemia, y un 25% de los guipuzcoanos han padecido episodios de ansiedad y el 21% de soledad. Desciende el impulso solidario que nos acompañó en los primeros meses de confinamiento. Es fácil ser solidario durante unos días, pero una acción sostenida en el tiempo exige un compromiso al que no está dispuesta la mayoría. Se mantiene la confianza en el entorno más cercano, como la familia y amigos, por ejemplo, pero siguen percibiéndose barreras, desconfianzas e incertidumbres que terminan incidiendo en la salud mental personal y comunitaria. Se han incrementado un 83,82% los suicidios, entre tentativas y consumados y. en el caso de chicas adolescentes, sólo en Catalunya las tentativas han subido un 200%. También han crecido significativamente las consultas por trastornos alimentarios y ataques de pánico.

Se añora la libertad de movimiento, viajar, por ejemplo, tener más contacto con familia y amigos y hacer cosas sin tener la sensación de estar incumpliendo normas.

Comienza a disminuir la confianza en el sistema sanitario, muy valorada a raíz de la pandemia. Lo mismo ocurre con las instituciones políticas y sociales, las compañías energéticas y los bancos.

Disminuye también la compra en tiendas de proximidad respecto a 2020, pero seis de cada diez las frecuentan todavía. Cinco de cada diez reconocen que deben recortar gastos y cuatro de cada diez lo harán especialmente en la hostelería. En más del 30% de los hogares guipuzcoanos se han reducido los ingresos o la jornada de, al menos, una persona del núcleo familiar y el impacto lo han recibido directamente las mujeres y los jóvenes.

La mayoría mantendrá las costumbres de salud pública aprendidas durante el confinamiento, evitar contagios, mascarilla, ventilación y lavarse las manos a menudo, pero no confía en la higiene de los espacios públicos, aunque perciba los esfuerzos que se realizan en los espacios cerrados, públicos y privados.

Dos de cada tres creen que la crisis supondrá mayor desigualdad entre pobres y ricos, entre jóvenes y mayores e inmigrantes y autóctonos.

En el último año cae el apoyo a la restricción de libertad de movimientos por motivos sanitarios por parte de las autoridades, aunque todavía un 62,5% lo defiende. Además, al igual que en 2020, dos de cada tres estarían dispuestos a renunciar a ciertos derechos para luchar contra el cambio climático y la violencia machista.

Una encuesta del CIS sobre el mismo tema detecta que el 15,3% manifiesta un empeoramiento de la vida sexual, el 8,6% su deseo de relaciones y el 16% la frecuencia de esas relaciones. El 44% de los jóvenes de 18 a 24 años dice haber recurrido a Internet para ligar, el 24% haber intercambiado fotos erótico sexuales durante la pandemia y el 35% haber hecho uso de juguetes sexuales.

Celebro la desimputación de Darpón y su equipo. Lo sabíamos todos, incluso las parlamentarias Macazaga, Ubera y Garrido, que organizaron la charlotada en el Parlamento Vasco consiguiendo, con el cese de tan brillante gestor como pésimo orador, una muesca en la culata de su revólver. La única. Pobre balance. Lamento que desaparezca la Filosofía del Bachiller. Enseñaba a pensar. Malo.

Hoy, crema de calabaza y hongos a la plancha con yema. Melocotón de Calanda. Txakoli de Urruzola. Con el café, unas pasticas de Vidaurre de Olite.

Se añora la libertad de movimiento, viajar, y hacer cosas sin tener la sensación de estar incumpliendo normas