ientras el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) nos advierte de que las consecuencias del cambio climático van en serio, la sociedad cooperativa navarra Valle de Odieta, propietaria de la macrogranja de Caparroso, con 5.200 vacas, ha sufrido otro revés en su proyecto de macroexplotación en la localidad de Noviercas (Soria), con capacidad para 23.520 reses y una dimensión de 384 hectáreas. No parece ser muy sostenible. Ahora, un informe de la Confederación Hidrográfica del Duero sostiene que el desarrollo del proyecto puede afectar gravemente al medio ambiente en lo que a apertura de pozos de agua para su consumo se refiere -necesitan una media de 150 litros/día por cabeza- y por la afección de los detritus a las aguas subterráneas. En Europa ya no se autorizan granjas de esas dimensiones.
Algunos políticos han descubierto ahora las utilidades de la Salud Pública. Lo mismo que con la Atención Primaria. Se les olvidará en cuanto pase la pandemia. Quizás fuera necesaria una Agencia estatal de Salud Pública para coordinar futuras actuaciones, aunque mucho me temo que sólo serviría de pesebre al inagotable rebaño de mediocres con carnet, expertos en autovías y otros desechos de tienta que, con la complicidad de algunos desertores del fonendo y esos transversales que, sin saber de nada se apuntan a todo, incluso a la inspección sanitaria en la lonja de pescados, serviría tanto para criticar el consumo de carne, como para confundirnos con el glifosato de los alcorques o asustarnos con los organismos modificados genéticamente (OGM).
Actuar prudentemente no es alertar de los peligros y culpabilizar a los ciudadanos de ser imprudentes, sino poner los medios adecuados para una gestión eficaz del problema con una política de transparencia y comunicación capaz de llegar a todos los segmentos poblacionales. No ha sido así. Priman otros intereses. Al viceconsejero de Salud se le suponen el valor y su capacidad de gestión, pero es evidente que carece de dotes de comunicación y persuasión. Con ese tono gris y tristón tan característico en algunos cargos, parapetado tras la pantalla de la tableta u ordenador, la lectura de un comunicado que no era de su autoría resultaba patética, implorando a la ciudadanía menor de 40 años a que se vacunara. Sólo le faltó echarse a llorar. Esa dichosa pantalla ejerce también las funciones de corsé. Curiosamente, al igual que le ocurre a su consejera, cuando desaparece el artilugio de marras se desenvuelven con más soltura ante los micrófonos, transmiten mejor los conceptos y dan la sensación de conocer el tema en profundidad.
Las plazas libres para vacunarse hasta el 6 de septiembre han pasado de 22.000 a 57.000 en una semana. Es decir, los jóvenes no se han querido enterar o se muestran indiferentes e insolidarios ante la gravedad de la situación, marchándose de vacaciones o de no fiestas por todas las localidades de nuestra geografía, como si la pandemia fuera cosa del pasado. Disminuye su percepción del riesgo a medida que se incrementa el porcentaje de vacunación de los mayores, que ahora apenas enferman y casi no mueren. Interpretan que el peligro real ya ha desaparecido en su entorno familiar cercano y no tienen ninguna prisa por vacunarse. Ya lo harán, o no, cuando pasen las vacaciones. Y a eso hay que añadirle la sensación de fatiga, de hastío, que padecemos todos. Pero la realidad es que sigue habiendo enfermos muy graves en las UCI, que su edad media ha bajado y que, de vez en cuando, fallece un veinteañero, con o sin patologías previas.
No es un fenómeno exclusivo de Euskadi. También se da en otras comunidades. Frustrante para los gestores, a los que entiendo y con los que me solidarizo, y decepcionante para la ciudadanía con fundamento, que somos la mayoría. Insisto, sigue faltando un interlocutor, no cargo político, que sepa transmitir, comunicar y recabar la complicidad con la ciudadanía. Un profesional del marketing y la comunicación con el apoyo, quizás, de un psicólogo. Hay gabinetes profesionales.
Todo lo contrario de lo que le ocurre al médico zarauztarra Félix Zubia, digno descendiente de Aita Mari. Si aquel salvaba vidas en la mar, este, con su equipo, lo hace en la UCI donostiarra, sin preguntar a los pacientes si son negacionistas, realistas o del Athletic. Hábil comunicador, transmite seguridad, cercanía y humildad, generando automáticamente confianza. Hace gala de sus dotes de bertsolari para responder a un pretendido insulto comentando su experiencia como responsable de esa unidad y, salvando la anécdota, el contenido de su testimonio es demoledor. Termina invitando a quien todavía albergue dudas a visitarle en su lugar de trabajo. Reconforta saber que, entre nosotros, tan cerca, tenemos este tipo de personajes, tan grandes. Y tan discretos.
En España, al inicio de la pandemia, los únicos laboratorios capaces de fabricar vacunas eran los de las especialidades veterinarias, en Porriño y en Amer, que se adaptaron para la fabricación de las vacunas frente al SARS-CoV-2. En laboratorios Hipra de Amer (Girona) donde mi compañero de promoción Llorenç Costa ha dedicado su carrera profesional a “domesticar” virus y bacterias, han desarrollado una vacuna contra el covid-19 que se encuentra en fase de pruebas, con muchas posibilidades de éxito. La puntera industria farmacéutica que montara la familia Nogareda el pasado siglo es hoy, con la segunda generación, un imperio en varios continentes con miles de trabajadores.
Ensalada de tomate muy ilustrada. Chipirones Pelayo, melón y helado. Tinto del Club de Cosecheros de La Rioja Alta, reserva 2015, que me ha regalado el vecino del tercero. Un escocés The Glenrothes de diez años, para continuar leyendo Memorias de un sueño, del colega navarro nacido en Eibar José Luis Juaristi Arrizabalaga, donde condensa su exitosa carrera profesional como “buiatra” o especialista en vacuno lechero.
Félix Zubia salva vidas sin preguntar si son negacionistas, realistas o del Athletic