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Colaboración

La oposición venezolana, en conflicto

l opositor venezolano Leopoldo López ha llegado recientemente a Madrid, huyendo de la justicia, tras meses de estancia en la embajada española de Caracas. Lo ha hecho dejando tras de sí críticas como las del también opositor Enrique Ochoa Antich, que acusa a López de ausencia de autocrítica, "habiendo sido el precursor de acciones violentas que se han derivado en el país y que han dejado varias centenas de muertos y heridos". Ochoa añade: "¿No merecíamos los venezolanos alguna autocrítica tuya luego de los fracasos que impulsaste en 2014 y 2017 que costaron tantas vidas inocentes? ¿Nadie es responsable de estos cinco años de derrota frente al régimen autoritario?". Ochoa fue uno de los fundadores del partido chavista MAS que abandonó por lo que consideró un autoritarismo inaceptable del chavismo.

Lo cierto es que la oposición venezolana sigue desunida y vive una crisis crónica que le impide acumular fuerza suficiente para derrotar al gobierno de Nicolás Maduro. Agotado el escenario abierto por la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente, surge de nuevo el drama de las deslealtades internas y de la polarización entre Henrique Capriles y Leopoldo López, cuyas desavenencias parecen no tener fin. Su mutua animadversión es pública y motivo de desagrado entre la opinión pública opositora. López, líder del partido Voluntad Popular, es un hombre caliente, partidario de una estrategia de choque en las calles, en tanto que Capriles busca espacios legales y electorales para levantar una alternativa realista al chavismo. Son dos dirigentes políticos ambiciosos y carismáticos, pertenecientes a familias con fuerte identidad y de similar edad -Capriles tiene 48 años; López, uno más-.

Hasta el momento las presiones norteamericanas para poner orden en la oposición no han dado el resultado esperado. Nadie ha sido capaz de encontrar la explicación de por qué los opositores no han sido capaces de hacer una tregua y cimentar una unidad sin la cual no podrán echar a Maduro del poder. Que López sea impulsivo y Capriles prudente no es suficiente para explicar lo que los venezolanos de a pie valoran muy negativamente. Los dos son dirigentes ambiciosos y carismáticos y tal vez su competitividad los hace incompatibles. Son ya 20 años de ambos en la vida pública dándose la espalda.

Es verdad que López y Capriles, por pura conveniencia, fundaron en el año 2000 el partido Primero Justicia, que fue celebrado por sus seguidores como la primera piedra para derrotar a Hugo Chávez. Esa unidad de acción les facilitó a los dos sendas alcaldías en municipios de clase media y alta, Chacao y Baruta. Fue un espejismo. Los dos entendieron que las alcaldías podían ser plataformas de lanzamiento de su carrera política y enseguida fue ganando espacio, de nuevo, la rivalidad. Ambos, siempre se sintieron más importantes que el partido que crearon. Eso sí, Primero Justicia aguantó unido hasta 2005, que es cuando estalló la mayor crisis en el partido.

Es un hecho que Primero Justicia era una fuerza en ascenso y sus expectativas electorales eran fuertes, con Julio Borges como presidenciable. Pero López, fiel a su estilo confrontativo, forzó el abstencionismo del partido y abogó por seguir en las calles, tal vez con la esperanza de un levantamiento militar que nunca llegó. El debate dio lugar a la división del partido y la marcha de López, que en 2009 fundó Voluntad Popular. Un año después ambos líderes lograron un acercamiento táctico que no se tradujo en cercanía y reconciliación.

Entonces López fue inhabilitado por un tribunal y su popularidad retrocedió. Capriles vio en ese momento vía libre para erigirse en candidato presidencial. El cerco judicial y gubernamental a López abrió una nueva oportunidad a Capriles que en ese momento jugaba la baza de ser gobernador del Estado de Miranda con buenos apoyos ciudadanos, aumentando su capital político. Metido López en líos judiciales, renunció sorpresivamente a ser candidato de la oposición en las elecciones de 2011. Los dos sellaron una nueva alianza poco creíble ante gran parte de la opinión pública que se concretó en que López fue nombrado por Capriles jefe del comando electoral. Era una forma de control mutuo. Lo cierto es que no pudieron evitar la tercera reelección de Hugo Chaves, lo que desató una nueva bronca entre los cordiales enemigos. Capriles criticó a López por haber reconocido demasiado pronto la victoria de Chávez, y por su parte López acusó a Capriles de no haber querido sacar a la gente a las calles. Acusación esta última mucho más dura cuando Nicolás Maduró ganó las elecciones de 2013 tras la muerte de Hugo Chávez en marzo de ese mismo año.

López reivindicó la confrontación en las calles y lo hizo en el marco de la operación llamada La Salida, que se saldó con muertos y heridos. La Salida fue una campaña política que debía obligar a Maduro a negociar su abandono del poder de manera pacífica, pero que en la práctica fue un nuevo despliegue de violencia. El líder de Voluntad Popular terminó en la cárcel y Capriles se lamentó por haberse quebrado la vía pacífica al poder. Fue en 2015 que López fue acusado y condenado a 13 años y nueve meses por haber liderado la violencia con muertes, incendios y sabotajes de bienes públicos, en las calles de Caracas y otras ciudades. Para entonces la violencia ya había sacudido el país en 2014 y lo volvería a hacer en 2017.

El caso es que, en 2015, con López en la cárcel, la oposición ganó las elecciones parlamentarias, victoria que obtuvo una respuesta de Nicolás Maduro que inició un juego de malabares para evitar que el nuevo parlamento fuera una plataforma de poder de la oposición. Maduro contratacó convocando a la Asamblea Constituyente, con el fin de implantar otro parlamento y neutralizar el triunfo de la oposición. La jugada de Maduro dio oxígeno a López que brindó su apoyo a Juan Guaidó para que se autoproclamara ante miles de sus seguidores, presidente de Venezuela, en enero de 2019

En realidad, Juan Guaidó fue la pieza que Estados Unidos movió en el tablero cuando entendió que el chavismo había hecho jaque mate a López y a Capriles. Los dos viejos rivales habían fracasado y se imponía una nueva vía mediante un golpe de Estado. Guaidó sería el referente que provocaría la adhesión del ejército. Pero las fuerzas armadas bolivarianas no lo hicieron y antes bien proclamaron su lealtad a Nicolás Maduro. No obstante Guaidó tuvo el reconocimiento de 60 países como resultado de la diplomacia de Mike Pompeo, secretario de Estado del gobierno de Donald Trump.

Juan Guaidó fue la carta guardada por Estados Unidos, cuyo gobierno lo seleccionó, le preparó, le asesoró y le financió.

El impulso de Guaidó desplazó a Capriles, que durante meses venía observando un perfil muy bajo. Por fin Capriles dio su apoyo a la figura del joven político recién nombrado "presidente encargado de Venezuela". Mientras, en la sombra, ganaba fuerza López, que ha sido quien ha manejado principalmente los hilos de la nueva estrategia opositora y en todo momento se consideró jefe político de Guaidó, ambos del partido Voluntad Popular

La Venezuela opositora tenía ya su presidente y con nuevos ánimos impulsó una insurrección en abril de 2019 cuyo logro principal fue la liberación de López que el día 30 de abril se refugió en la Embajada de España. De tal manera, su actual presencia en Madrid lo coloca como huido de la justicia bajo el peso de una sentencia firme en su contra.

En la actualidad Guaidó parece un cartucho sin pólvora. Capriles, crítico con la operación orquestada desde Estados Unidos calificó como "Gobierno de Internet" el de Guaidó. Declaración que lo aleja de una estrategia golpista que parece muerta y que explica que "el presidente encargado" esté olvidado por la Casa Blanca.

No obstante, en las actuales horas bajas de la oposición lo más seguro es que Capriles y López sigan moviéndose en la sombra. De nuevo, con un Guaidó opacado los dos viejos rivales afilan sus espadas. De momento ambos parecen estar de acuerdo en boicotear las elecciones legislativas del 6 de diciembre. Entre tanto, Juan Guaidó sigue fuera de las cámaras. ¿Puede estar cobijado en una embajada? Es la pregunta del momento en Venezuela.