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Mesa de Redacción

Eduardo Iribarren

Loiola

a sido una gratísima sorpresa el acuerdo alcanzado por el PNV con el Gobierno de Sánchez para la compra de los cuarteles de Loiola. Unas dos décadas llevaba el Ayuntamiento tratando de hacerse con estos terrenos para construir un nuevo barrio en una de las últimas parcelas en suelo llano que quedan en la trama urbana de Donostia. Todavía hoy hay que leer y oír soflamas patrioteras que se enrocan en imponer el uso castrense de un espacio en el que el desequilibrio entre las dimensiones del acuartelamiento y la tropa acantonada desnudan cualquier excusa de interés militar. Desde el fin del reclutamiento obligatorio, una conquista en el haber de la juventud vasca, aquello se ha convertido en un anacronismo. Otra cosa es el simbolismo, esa presencia física de que "esto es España" y que ahora Sánchez traiciona en una negociación claudicante con los insaciables nacionalistas. "El Ejército no se irá de San Sebastián" clamó el Ministerio de Defensa cuando se conoció el acuerdo. Ya nos lo imaginábamos. Al día siguiente, anunciaban su mudanza al otro lado del Urumea. En el futuro se ponderarán las virtudes del nuevo cuartel por su modernidad a la medida de sus nuevas necesidades. Es lo que tiene negociar con Madrid, hay que hacerlo sobre su estado de necesidad y para muestra, el botón del Estatuto.