Una cosa es bajarse los pantalones como ha hecho el ministro de Consumo, Alberto Garzón, dando marcha atrás al proyecto de limitar la publicidad de las apuestas deportivas, y otra tomarnos por tontos. Tener que oír de su boca peregrinas explicaciones para eludir que se ha dejado ganar la partida por el lobby de las casas de apuestas suena a lo de siempre. Vamos, que hay cosas con las que no se juega, aunque sean los primeros en ponerse en la fila cuando toca ir de preocupados por los problemas sociales. Señor ministro, si finalmente permite que la dichosa publicidad se emita en partidos de fútbol, al menos no entre en terrenos resbaladizos. Decir que la regulación es "similar" a la del tabaco, aunque con "proporcionalidad", porque "fumar te llena los pulmones de basura sí o sí" y el juego no, es ofender a miles de familias que conviven con el drama de las adicciones. El Estado lidera el ranking de ludopatía entre jóvenes de 14 a 21 años. Es una vergüenza estar viendo a diario mensajes que sugieren que juegues con control. Es como plantarle en las narices una copa a un alcohólico y decirle que consuma con moderación. La adicción se dispara porque no hay voluntad de ahondar en sus causas, en una sociedad hipócrita que hace caja a costa de chavales que se están quedando por el camino.
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