La aventura europea de Altiero Spinelli
La figura de Altiero Spinelli, fundador y gran animador del proyecto de integración europeo, rescata la política como empeño humanístico al servicio de un ideal. La lectura de su biografía (inconclusa) y de los tres volúmenes de su Diario Europeo permiten acercarse a una trayectoria vital que recorre buena parte del siglo XX desde una personalidad implicada en la lucha política antifascista y europeísta. Spinelli (Roma 1907/1986) militó desde muy joven en el Partido Comunista Italiano (PCI) y durante la dictadura mussoliniana fue condenado a 16 años de prisión. Ya en la cárcel, se distanció del comunismo y, transferido a la pequeña isla de Ventotene, cerca del Golfo de Nápoles, fue impulsor junto con Ernesto Rossi del Manifiesto Federalista. Tras la liberación en 1943 y con una breve etapa en el Partito d’Azione, emprendió la formación y organización del movimiento europeo, tarea a la que dedicó el resto de su vida. Se casó con Ursula Hirschmann, viuda de otro confinado, Eugenio Colorni, asesinado por una escuadra fascista. Úrsula desempeño un papel esencial en su tarea política, fue promotora de Mujeres por Europa y era hermana de Albert Hirschman -ambos escribían su apellido con una n de diferencia-, el gran economista berlinés exilado en Estados Unidos a quien se debe el célebre paradigma de Voice and Exit, patrón interpretativo del comportamiento social.
El primer volumen de sus memorias, titulado Yo, Ulises, que abarca desde su infancia hasta la puesta en libertad tras la caída del fascismo, debía haber tenido continuidad en un segundo volumen, cuyo título previsto era Yo, Don Quijote, dedicado íntegramente a su aventura europeísta. Lamentablemente, Spinelli no pudo acabarlo. La incesante actividad que refleja su Diario Europeo, y una penosa enfermedad final -“la vejez es un naufragio”- se lo impidieron. Sin embargo, su diario, que abarca cuarenta años de asombrosa actividad, nos da cuenta, a través de más de tres mil páginas, de su epopeya para fundar los Estados Unidos de Europa. Las anotaciones que cubren miles de días nos dan relatan cientos de viajes y reuniones, decenas de artículos y entrevistas, de libros y conferencias en una odisea inacabable a través de estaciones de tren y aeropuertos por multitud de ciudades de Italia, Francia, Alemania y Benelux para configurar un movimiento europeo capaz de impulsar una acción política federalista que arrastrara a los gobiernos hacia aquel objetivo.
El primer tomo se centra en los años que abarcan la construcción del movimiento europeo y del nacimiento de las comunidades europeas hasta 1970, cuando Spinelli fue nombrado comisario europeo. Los años como miembro de la Comisión Europea se recogen en el segundo volumen y permiten ver desde dentro el funcionamiento comunitario: las tensiones entre los comisarios al interior de esa institución, los desencuentros de la Comisión con el Consejo, o las habituales rendiciones políticas ante las administraciones de los estados miembros. Spinelli formó parte de dos Comisiones ocupándose de la industria, innovación y tecnología. Ese periplo de siete años en la administración europea concluyó para dar paso a la última etapa, recogida en el tercer tomo, donde se refleja su trayectoria como parlamentario italiano y europeo, diez años que concluyen con el fracaso en 1986 de su iniciativa en favor de un proceso constituyente que diera a luz una unión europea.
La última frase del Diario, un mes antes de morir, “Povera Europa”, resume el fracaso de su aventura, tras constatar, unos meses antes, que su empeño por hacer del Parlamento Europeo el órgano constituyente de una unión europea, había dado a luz a una mera reforma de los tratados (Acto Único Europeo), que Spinelli calificaba de ratoncito “topolino”. Sin embargo, póstumamente, muchas de aquellas ideas por las que trabajó incansablemente se incorporarían a un nuevo Tratado (de Unión Europea), que precisamente adoptó la denominación del proyecto que había liderado Spinelli.
En su vida personal también tuvo que afrontar diferentes calamidades. Su mujer sufrió una afasia de la que sólo se recuperó lenta y parcialmente y dos de sus hijas fallecieron prematuramente. Pero su entereza ante la adversidad no le abandonó nunca y solo cabe especular sobre su posición ante el recorrido de la UE transcurridos más de treinta años desde su fallecimiento.
No hay duda de que la integración europea ha avanzado y que los poderes del Parlamento Europeo se han incrementado notablemente, pero también vivimos en unos tiempos en los que el nacionalismo de Estado se ha reforzado y en los que órganos sujetos a un control democrático muy lejano, como el Consejo Europeo o el Eurogrupo, se han fortalecido en detrimento de los poderes parlamentarios.
La lejanía respecto al objetivo de configurar unos Estados Unidos de Europa, transcurridos más de 75 años desde el Manifiesto de Ventotene, que hacía una llamada a una revolución europea federal y social, hace oportuna una reflexión de Bento Caraça que Saramago recoge en el mítico VI Cuaderno de Lanzarote, del año del Nobel: “El poder revolucionario de una idea se mide por el grado en que interpreta las aspiraciones generales, dadas las circunstancias del momento en que actúa. Así, una idea o teoría que, en una época determinada, es revolucionaria, puede en otra en que las circunstancias sean diferentes, haber perdido por completo ese carácter”. Podemos preguntarnos si éste sería el caso del federalismo europeo; si, como advertía el viejo Spinelli al final del viaje, había sido demasiado optimista respecto al tiempo para alcanzar Ítaca o si su aventura había sido la de un Don Quijote europeo. Agur eta ohore.