Es notoria la capacidad del antiguo parlamentario vasco Iñaki Anasagasti a la hora de crear aforismos precisos que diseccionan y definen aspectos cruciales de la actividad política. Hoy resulta legendario aquel Brunete mediática que sirvió entonces para englobar la belicosidad “quasi militar” de gran parte de la prensa y otros medios de comunicación al tratar de manera unidireccional y desde el prisma centralista, temas de enorme sutileza, polisémicos, confusos y ardientes por definición. Así resultan los conceptos derivados de unos sentimientos de pertenencia: nacionalidad, nación, país y patria, en los variados entornos que conforman y constituyen España. No olvidemos que la palabra nacionalismo significa exactamente lo contrario-beligerante pronunciada por Macron o por Urkullu.
No menos meritorio resultó el hallazgo del periodista Enric Juliana al propugnar el concepto de Brigada Aranzadi, que engloba, bajo “una capa guerrera”, a una pléyade de mandatarios y usuarios ventajistas del inmenso caudal de datos jurídicos y sentencias recopilada en la base Aranzadi. Para conducir los aspectos más dificultosos de la política territorial a un callejón jurisprudencial. Pero quizá el aforismo que hoy pueda tener mayor oportunidad sea: “Hacer la manicura al tigre” que, aun siendo de origen impreciso, según creo, ha sido utilizado recientemente y con profusión por el exparlamentario vasco Anasagasti. Principalmente, en cuanto se refiere al proceso separatista catalán, en sus manifestaciones más fuertes.
Así llegará a concretar: “Seguramente los catalanes soberanistas pensaron que podían hacerle la manicura al tigre y que les iba a salir gratis. Demostraron o ingenuidad o escasa capacidad para saber medir sus fuerzas. Si tú das una patada al avispero, prepárate con escafandra pues las abejas van a ir a dar cuenta de ti porque el tigre está ahí para darte zarpazos” y añade unas líneas más abajo en su artículo del 3 diciembre de 2017: “Y si hacemos un control de daños comprobaremos cómo la fenomenal onda españolista despertada por el procés ha despertado a la fiera hispana que ahora nos dice que el Cupo es el impuesto revolucionario de ETA y que somos una autonomía piraña. Y lo dicen casi todos, de Pancorbo para abajo. Está claro que sin el telón de fondo catalán, esto no se hubiera producido. Cuerpo a tierra, pues, que vienen los legionarios”.
En este contexto de ideas, sin concesión a los eufemismos, expresado por uno de los más conspicuos representantes del nacionalismo periférico, significado en Galeuscat (Galicia, Euskadi, Catalunya), no es de extrañar que un espíritu tan fino como el de Manuela Carmena haya expresado en Barcelona que la aparición de “Vox es en parte consecuencia del procés”. Sin escaparse del fondo de los problemas, y en un contexto cuando menos comprometido. Para afirmar seguidamente, como corresponde a una persona imbuida por el espíritu de la magistratura, fiel demócrata y defensora del estado de derecho: “El problema es el entorpecimiento de las instituciones, la pretensión de la DUI, el referéndum del 1 de octubre en unas condiciones en las que nunca debería de haberse celebrado y que han perjudicado a Catalunya y a toda España”.
Y no digamos el perjuicio causado al universo de las ideas de cuantos creemos con empeño en un modelo de estado descentralizado, autonómico o federal. En estos tiempos de soberanías ampliamente compartidas y en un contexto geopolítico que es el que es y no el que pueda surgir de la mitología y la propaganda interesadas.
La diabólica secuencia de provocaciones por doquier hace que desde hace varios años las minorías más activas del separatismo catalán se hayan dedicado con intensidad a la “fabricación de botiflers”. Y luego someter al juicio público y descalificatorio a todos los traidores, siguiendo la vieja tradición hispana de los “sambenitos” y los pogromos antijudíos. La lista es enorme y sorprendente: los poetas de la canción catalana como Raimon y Serrat se incluyen, a título de ejemplaridad provocadora de silencios, en una muy larga lista que no termina con los políticos Rufián y Torra? Incluso Puigdemont fue maltratado, cual Judas maligno, bajo acusación de vender la República soñada al simbólico valor de 155 monedas de indignidad claudicante. ¡Qué dirección política y qué proyecto ilusionante puede adivinarse detrás de todo ello! La gobernanza de un pueblo es demasiado seria para jugarla a los dados yendo de farol. Harto suaves y componedoras se me antojan en este contexto las palabras de Carmena y Anasagasti.
No es de extrañar que ante estas ideas hayan discrepado airadamente las fuerzas políticas más cercanas a la anarquía y al “cuanto peor mejor”, así como los fieles continuadores de “socializar del sufrimiento” que tanto hemos padecido por estas tierras. Aquellos que declaran guerras para que vayan a pelear y sufrirlas otros y siempre lo hacen desde premisas mitológicas, de inferioridad, amateurismo, romería pseudofestiva y soledad internacional. ¿Recuerdan? El “jaiak bai, borroka ere bai”.
Resulta más complicado entender a gentes que desde nuestro entorno se hayan sentido estafadas y desilusionadas con la exalcaldesa madrileña y planteen sobre este tema titulares de prensa como Coscorrón a Manuela Carmena o se empeñen en airear un inmenso lazo amarillo, simbólico y disolvente respecto a la separación de poderes en la política española, a plena fachada de su sede partidaria territorial. Es evidente que faltan políticas responsables con el ánimo de resolver, desde la lealtad, unos problemas evidentes y hacerlo de modos correctamente planteados, para que las practiquemos desde todos los poderes, estamentos e instancias, pero sobre todo desde las más altas en la escala de la gobernanza, abandonando procedimientos torticeros cuajados de mil florituras, trampas y otras astucias.