Quieren echarnos de Madrid dice Andoni Ortuzar; de Madrid ya nos han echado, al menos culturalmente que es lo que a unos cuantos-muchos, nos concierne. Jamás de los jamases he visto un escritor o un cantante euskaldun en TVE, ni en los canales privados generalistas, y rara, rarísima vez en prensa o en radios españolas. Jamás han sentido sus gobernantes un mínimo aprecio por una cultura diferente a la suya. Por tanto, todo basado y regido por esa uniformidad consustancial a España, obviando que la diversidad cultural es valor añadido.
En ese lenguaje de silencio, ni un mínimo interés por las diversas culturas arraigadas en el Estado. Ni una mínima oportunidad para que se conozcan y florezcan. Para el centro no existe la periferia. Y la periferia, consciente de que nada de lo suyo interesa, es obvio que se plante o se desplante y diga que así no, que ese no es el camino.
Tengo amigos cercanos en España, donde hay una afinidad cultural que podemos mutuamente enriquecernos. Pero en el discurso rancio y trasnochado que se quiere implantar, España es una grande y menos libre, la práctica de la comunicación entre diferentes se nos quiere cortar, aunque, de hecho, su difusión está ya cortada. Y allí está la madre del cordero.
La reforma electoral urgente que plantea Casado o el cambio de las reglas de juego de Rivera nos retrotrae a otros tiempos, donde España en su “grandeza” producirá el efecto contrario y quedará empequeñecida, ¡tiempo al tiempo!
Y sí que hubo un tiempo corto pero intenso en el que parecían abrirse otras puertas, otras formas de entender la diversidad cultural en España. Recuerdo un año después de morir el dictador, en 1976, periodo llamado de la transición; actuar cantando en euskera en Sevilla, Salamanca, Madrid?y no en lugares alternativos sino en espacios abiertos y publicitados, era más normal. Pero llegó la sagrada Constitución de 1978, y las normas y las formas cambiaron, quizás se abrió un pluralismo político pero no se plasmó en pluralismo cultural.
Y como la torpeza no tiene límites, si no se quiere mediar será difícil remediar, porque la integración en un ideal común trae definitivamente lo opuesto a lo pretendido, es decir, desintegración; es el camino que lleva la España uniforme y sin aristas.
Y así la pregunta lógica, ¿cómo quieres que te quiera si no me quieres como soy? Tengo el convencimiento de que si se hiciera un referéndum sobre quién es quién, se comprobaría que en España hay más separadores que separatistas y como es obvio, la ley del péndulo (la lucha cruenta de los opuestos y el batallar de las antítesis).
Pero en esa cultura única y uniforme de la ley del embudo, donde la capacidad de pensar sirve de muy poco, omitir y negar o rechazar una realidad cultural es cuestión de ignorancia o de maldad, o las dos cosas a la vez. Cultura es lo que se cultiva, y no nos dan buenos ejemplos los políticos listillos, en su desconocimiento escuchamos la frase imperial de Casado: “El euskera no es el idioma de Navarra”. El summun de la ignorancia.
Tendría que oírle a Rafael Yuste, científico español de neurobiología que reside en Nueva York, afirmar que el primer curso de los estudiantes en la Universidad de Columbia, donde él imparte clases, tanto en ciencias como en letras, tiene que ocuparse de los clásicos, griegos y romanos, un año y medio se tiene que leer literatura clásica porque la idea es que en ese periodo se les enseña a los estudiantes cómo pensar.
En una entrevista con Iñaki Gabilondo, dice Rafael Yuste que está aprendiendo el ancestral y querido idioma de nuestros antepasados, el euskera. ¿Por qué?, le pregunta Gabilondo: “Tendrían que enseñarlo todos los colegios de España y Europa, es el único idioma que nos queda en Europa pre-indoeuropeo, tiene una estructura gramatical precisa e increíble, una manera de describir al mundo, muy directa que a mí me entusiasma”, contesta Yuste. ¿Se darán cuenta de ello los políticos españoles?
Aunque en fomentar y potenciar la cultura propia todos tenemos muchas debilidades, así que también hemos de entonar un mea culpa por el desinterés y desconocimiento aquí hacia nuestra cultura, y esto exige también una seria reflexión.
En estos tiempos donde el WhatsApp se ha convertido en la herramienta diaria de comunicación, me llegó hace unos días el discurso de una niña indígena mexicana hablando del valor de la multiculturalidad, y que debieran ver y aprender de ella todos los políticos sin excepción.
La niña Natalia Lizethlopez, en un discurso que dejó atónitos a los oyentes, dijo: “Pertenezco a una de esas culturas que son minoría en la sociedad? Si cada uno de nosotros valorara lo positivo de nuestras culturas, qué riqueza tan grande tendría nuestra sociedad”. Qué grandeza humana en ese maravilloso discurso sobre los valores de la diversidad cultural.
El gran filósofo hermeneuta Andrés Ortiz Oses, mediador y remediador que tanto ha trabajado e investigado en las claves e iconos del matriarcalismo vasco, afirma en uno de sus aforismos: “Para el nacionalismo vasco hay una identidad vasca positiva: para el nacionalismo español no hay tal identidad vasca, y caso de haberla, resulta negativa”. En esa liturgia nos movemos, en ese laberinto de no dar salida al agua estancada. Y la sobredosis política frente a la cultura, dice Oses, nos lleva, en efecto, a la hemiplejía (sea del lado izquierdo, sea del lado derecho).
El quebranto de España es que España está quebrada más por la torpeza de los dirigentes que por sus gentes, porque las gentes conviven en y con sus múltiples culturas, pero los dirigentes imponen es su única cultura, y lo malo que dan lecciones sin haber aprendido de la historia y sin conocer el sentir diferenciador de las gentes. Convivir es aceptar y comprender al divergente y no, converger y envolver en una idea común al oponente.
Se ha escrito mucho sobre la tierra y la libertad, pero cuando oigo frases como “los españoles no vamos a permitir que nadie nos robe por las buenas una parte de nuestro territorio nacional”, me aterra lo que puede haber detrás de ese pensamiento. Yo en eso comulgo más con Emiliano Zapata, autor de la frase “la tierra es de quien la trabaja”, y del que el día 8 de agosto se conmemoró el 139 aniversario de su nacimiento.
Tanto Casado como Rivera, tanto monta monta tanto, me recuerdan a algo que bien describió Cervantes: “Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Advertid, hermano Sancho, que esta aventura y las a esta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas. Mal vamos por ese camino amigo Sancho”.
Y hablando de identidades que tanto asusta al regio uniformadory que se opone abiertamente a la multinacionalidad y a la multiculturalidad, “no con quien naces, sino con quien paces”, dijo el Quijote a Sancho.