La justicia argentina se ha despojado de la venda que le cubría los ojos y de la mordaza, emitiendo una sentencia histórica, cinco años después de que en aquel noviembre de 2012 se iniciara la megacausa ESMA contra los responsables de los llamados vuelos de la muerte que ocasionaron más de 4.000 víctimas mortales. Es el mayor proceso por delitos perpetrados durante la dictadura en aquel país (1976-1983), con 68 imputados, 789 delitos de lesa humanidad juzgados y cientos de testimonios aportados. La sentencia es un ejemplo de determinación, por ser la primera vez que la Justicia de un país asume totalmente esa responsabilidad, mientras en Nuremberg, Ruanda, o la antigua Yugoslavia, la justicia fue impartida por un tribunal internacional. La sentencia ha condenado a cadena perpetua a 29 de los represores más crueles de la dictadura, como Jorge El Tigre Acosta, Alfredo Astiz, el Ángel de la muerte, y Ricardo Cavallo Sérpico; ha absuelto a seis personas, y ha condenado al resto a penas de ocho a 25 años. Durante este tiempo, fallecieron catorce personas que habían sido imputadas. Entre los condenados a cadena perpetua se encuentran también varios pilotos de aquellos aviones Skyvan PA-51 desde los que fueron arrojados al río de la Plata, desnudos y drogados, a numerosas víctimas inocentes como las monjas francesas Alice Domon y Leomie Duquet, y las Madres de la Plaza de Mayo Azucena Villaflor, Mary Ponce Blanco y Esther Ballestrino de Careaga, junto a muchos otros hombres, mujeres y niños. Es una sentencia esperanzadora, pero todavía parcial. Hay todavía 420 procesos en marcha, con 400 encarcelados y más de 500 en prisión domiciliaria, porque la última dictadura argentina dejó un saldo terrible de 30.000 desaparecidos. Ningún país puede cerrar los ojos a su pasado, y menos alegando reconciliación. Antes es precisa la justicia. Ayer, alguien dijo que las víctimas del franquismo llevan sin justicia desde hace 42 años, 0 meses, 11 días y 49 minutos”. Es hora de atender la Memoria Histórica.
