en realidad, y para ser más exactos en el título, deberíamos decir que los bomberos municipales celebran tal aniversario, porque si nos referimos a la primera unidad de bomberos organizados en nuestra ciudad, las referencias se remontan a marzo de 1843 bajo los auspicios de la Sociedad de Seguros Mutuos contra Incendios, entidad aseguradora genuinamente donostiarra, que diseñó una alianza estratégica, hoy la denominaríamos joint venture, de carácter mixto entre la entidad privada y el Ayuntamiento donostiarra.

La empresa abonaba los honorarios de los bomberos maniobreros cada vez que se requerían sus servicios; el arquitecto alarife municipal D. Joaquín Echeveste Mendiburu seleccionaba el personal y dirigía los operativos, y el Ayuntamiento ponía a disposición de la iniciativa ciudadana la bomba manual de incendios que había adquirido en París en 1817 y permanecía bajo su custodia y otras que compraría más tarde.

Debieron transcurrir 24 años para que se rompiera el entente y el Ayuntamiento donostiarra, siguiendo la pauta que comenzando en 1824 en Edinburgo (Escocia) por el aparejador James Braidwood y refrendada en Londres en 1866 al asumir todos los cuerpos privados de bomberos de las diferentes aseguradoras londinenses en una única entidad municipal, optara también por municipalizar el servicio.

Efectivamente, siendo alcalde de la ciudad

D. Eugenio Ripalda y arquitecto municipal

D. Nemesio Barriocanal, el 10 de septiembre de 1867 el Ayuntamiento aprobaba el Reglamento para el Cuerpo de Bomberos de la ciudad de San Sebastián, que sería refrendado por el gobernador civil el 20 de octubre del mismo año, según las disposiciones vigentes en la época.

El 6 de noviembre de 1867 se nombraba jefe del Cuerpo a D. José Javier Mendizabal Luzuriaga y capataces (sargentos) a D. José Bernardo Iturzaeta Zaro y D. Pedro Juan Alzaga Bengoechea, al tiempo que se hacía la primera convocatoria para cubrir 40 plazas de bomberos entre varones de 20 a 40 años pertenecientes a “las clases” de carpinteros, herreros, albañiles, latoneros y guarnicioneros -porque las mangueras eran de cuero-, convocatoria que tuvo escaso resultado debido a los exiguos jornales consignados y que hubo de repetirse semanas más tarde, elevando la oferta económica.

En diciembre de 1871, a consecuencia de un incendio, tuvimos las dos primeras víctimas mortales: D. José Manuel Gabilondo Arrillaga y D. Ramón Leiza Larralde. El Ayuntamiento supo arbitrar medidas para atender a sus viudas e hijos. En el siglo XX esta funesta relación se incrementaría con otras dos víctimas. En 1906, D. Antonio Gabilondo Múgica, y en 1920, D. Félix Aizpurúa. A todas las mantenemos en el recuerdo en el monolito erigido a la entrada de nuestro parque.

En 1911 el Ayuntamiento adquirió el primer vehículo autobomba a la firma inglesa Merryweather y en 1922 la primera autoescala al fabricante alemán Magirus, que estos días ponemos a punto para su exhibición ante el público donostiarra, compartiendo protagonismo con otra autoescala de la misma marca, pero del año 1963 que hemos reparado en “auzolan” en el parque.

A lo largo de estos años conocimos sedes en el sótano del palacio de la Diputación, sótano del Mercado de San Martín, en un edificio propio desaparecido en 1956 anejo al Mercado de la Brecha, desde donde nos trasladaríamos en 1933 al edificio que diseñó nuestro director D. Juan Rafael Alday Lasarte en la calle Easo, y a partir del 4 de agosto de 2011 a las modernas instalaciones de Garbera.

Dos bomberos fueron galardonados con la Medalla de Plata de la Ciudad: en 1963 el cabo D. Francisco Embil Carrasquedo y en 1974 el sargento D. Andrés Asencor Virumbrales. La relación de los que recibieron otras condecoraciones, menciones o distinciones y que nos sirven de estímulo y ejemplo, supera el espacio que generosamente se me ha concedido.

Desde 1867, hemos tenido como jefes del Cuerpo a los arquitectos municipales citados Echeveste, Barriocanal y Alday, y a D. Luis Jesús Arizmendi Amiel; al subjefe ejecutivo, el aparejador D. José Manuel Lumbreras García; al aparejador y abogado D. Martín Curtu García, al ingeniero técnico Eduardo Aragolaza Rabanal, al arquitecto D. Francisco Javier Bayona Iturrarte y en la actualidad, al ingeniero que estas líneas de recuerdo y homenaje escribe.

No puedo mencionar a todos los compañeros bomberos que han formado parte del servicio, y en su representación nombraré a uno de los últimos que se ha jubilado, el cabo Jesús María Yarza Uranga, Txibili, tanto por su capacidad de trabajo, inteligencia y espíritu que representan las cualidades de los bomberos donostiarras, como porque su padre también fue bombero en nuestra querida ciudad.

Aquel añejo cuerpo municipal de Zapadores-Bomberos, atendiendo las demandas de la sociedad donostiarra del siglo XXI, se ha transformado en el actual Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamentos (SPEIS), con dedicación a tareas de organización, planificación, prevención, divulgación y protección civil además de la operativa que todos conocemos, dotada del más moderno material para dar respuesta a las emergencias que se producen. Por último, señalar que esos recursos materiales, desde la mítica Merrywather hasta el más moderno Iveco-Magiruis que el próximo año se alineará en nuestro garaje, no sirven absolutamente para nada sin el apoyo que nos presta el personal administrativo y técnico, los operadores de comunicaciones y esas personas modestas, altamente formadas en su especialidad, disciplinadas, profesionales y entregadas con entusiasmo a la sociedad donostiarra a la que están orgullosos de servir y cuyo afecto reciben diariamente: gure suhiltzaileak.