Todavía sin haber asimilado la desaparición de edificios históricos importantes como Miracruz 19, Argi Alde o Chomin, estamos asistiendo a otro triste capítulo, siendo esta vez la víctima el teatro Bellas Artes. Donostia no es una ciudad monumental, pero sí dispone de un urbanismo armonioso y relevante de finales del siglo XIX y el siglo XX, siendo el edificio proyectado por Ramón Cortázar un magnífico exponente. Desde hace demasiados años, el Ayuntamiento, sin criterio ninguno y haciendo dejación de su responsabilidad, ha permitido a la propietaria actual, Sade, que el edificio se vaya deteriorando. Es absolutamente insólito, ya que a ninguno de los ciudadanos se nos permitiría semejante abandono de nuestros edificios. Por su parte, la Sade, una empresa cuyo principal leif motiv ha sido y es el cine, lamentablemente prefiere convertirlo en hotel, desnaturalizando por completo el edificio. Todo el centro y Amara no disponen de ninguna sala de cine y ésto en una ciudad sede de uno de los festivales de cine más importantes del mundo. Si tanto el Ayuntamiento como la Sade pensaran de verdad en el bien común, harían lo posible para que el Bellas Artes, el cinematógrafo de 1914, el más antiguo del Estado, fuera, además de cine, un centro cultural de relevancia, lo que aportaría vigor y tejido cultural a esta zona de la ciudad. Es cuestión de ambición y altura de miras.