La gente es buena
El pasado día de Reyes me desplacé en el tren de Renfe de las 11.22 horas desde Donostia a Beasain. En la estación de Beasain me percaté que ya no llevaba conmigo mi billetera con las tarjetas de crédito, el dinero y los documentos de identidad. Lo comuniqué al agente de Renfe de Beasain, quien, inmediata y amablemente, avisó a la estación de Zumarraga para que revisaran el vagón del tren en el que viajé, y a Donostia por si se me había caído en la estación. Sin éxito. Anulé las tarjetas. Pero, apenas un rato después, recibí un correo de Renfe señalándome que había aparecido mi billetero. Al poco, una llamada al móvil. Era el conductor del tren para decirme que una persona le había entregado el billetero y que me llamaba para comunicármelo y que lo entregaba a la Er-tzaintza. Poco después recibía, en efecto, otra llamada, esta vez de la Ertzain-tza con la noticia. Quedé que a la vuelta a Donostia pasaría por la comisaría del Antiguo donde, en efecto, me devolvieron el billetero completo, con todo el dinero que llevaba encima. Mi agradecimiento a la persona que encontró el billetero en el tren, al conductor del mismo, a los agentes de Renfe, quienes, con diligencia, se pusieron en contacto conmigo, así como a la Ertzain-tza. Me confirma en la idea que solía repetir uno de los pensadores que más admiro, Paul Ricoeur, cuando repetía que “las buenas acciones se acumulan, mientras que las interrupciones del mal no crean un sistema”. Sí, las buenas acciones construyen una sociedad. Las malas, a lo sumo, dificultan su construcción. La retrasan. Afortunadamente las primeras son más abundantes, pese a la idea generalizada, trasmitida en los medios de comunicación, de que es el mal el que anida entre nosotros. Otro ejemplo más de que la mayoría publicada se equivoca. Pues, pese a todas las deficiencias y maldades, nuestra sociedad es cada día mejor, más justa, más convivial. Porque la gente, la mayoría de las personas son gente honrada. Gracias. Eskerrik asko.