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El “¡Viva Andalucía libre!” de Blas de Infante hace 80 años

Un 5 de julio de hace 131 años nació Blas Infante en Casares, provincia de Málaga. Su vida viene a ser parte de la historia de un esfuerzo titánico por la forja de un ideal y por la recuperación de Andalucía, su dignidad y justicia histórica. Ciertamente, un hombre solo no decide el camino de la historia de la tierra que lo vio nacer y crecer, pero es cierto que sí hay ocasiones en las que ciertas individualidades desempeñan un papel determinante en un momento histórico determinado. Blas de Infante considera España como una realidad plural y diversa resuelta de una manera peculiar de unidad. Entiende esa unidad como la suma de caracteres distintivos de variedad y pluralidad que suman y conforman, unidad que si no se concretara de esa manera, entiende él, sería germen en el futuro de periódicas crisis políticas. Parte de una fe inquebrantable en Andalucía, conecta con los movimientos regionalistas de finales del siglo XIX y principios del XX, enlaza con el andalucismo que se remonta a la Baja Edad Media. Blas de Infante no pretende inventar Andalucía, al contrario, recoge, actualiza, rejuvenece y potencia una vieja y guadianesca realidad.

El final del siglo XIX en el que transcurre su infancia es la época de la Restauración, época de las insurrecciones de 1883 y 1886, años realmente difíciles que tienen su colofón en 1898. Tiempos de crisis profundas del Estado, soplan vientos que lo cuestionan, azotan aires de problemáticas territoriales con los nacimientos de los nacionalismos periféricos en Galicia, Euskadi y Cataluña. Blas de Infante estudia Derecho y Filosofía y Letras en Granada, entra en contacto con destacados especialistas del pasado del Al-Andalus, contrasta el pasado esplendoroso de Andalucía y su presente dramático, desarrolla sus ansias de luchar por la redención de Andalucía, aumenta sus conocimientos sobre su historia, cultura y realidad, logra las oposiciones a notaría, ejerce en Sevilla, entra en contacto con su mundillo intelectual y convierte esa ciudad en base y eje neurálgico de su acción andalucista.

Blas Infante habla de la “sociedad de las regiones españolas”, señala los defectos del centralismo, lamenta el empobrecimiento de una Andalucía incapacitada y agonizante. Blas de Infante se propone levantar Andalucía, se propone recuperarla, rehacerla y regenerarla.

En 1916 se produce el despliegue del movimiento andalucista, la formulación de sus bases ideológicas tanto en lo político como en lo ideológico, es el año en el que se empieza a hablar de federalismo y en el que se crea el primer Centro Andaluz en Sevilla, origen de los que fueron posteriormente apareciendo a lo largo y ancho de Andalucía. Con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, el año 1923, el Gobierno español finiquita toda actuación andalucista, los centros andaluces son cerrados y se prohíben la celebración de actos de carácter andalucista. En plena regresión política, Blas Infante se dedica a escribir, redacta sus Cartas Andalucistas como forma de mantener vivo el espíritu andalucista, son tiempos de reflexión y sombras, pero también de contactos discretos y organización.

Es con la caída de la dictadura cuando el andalucismo, y los demás nacionalismos que están surgiendo en Euskadi, Cataluña y Galicia, renacen con fuerzas renovadas e intensa actividad, tiempos en los que Blas de Infante participa de una manera muy directa al amparo de una República ilusionante recién nacida y que acepta la tramitación de los Estatutos de Autonomía respectivos. Y es precisamente a la consecución de un Estatuto de Autonomía para Andalucía a lo que dedica sus mayores y mejores esfuerzos. En las elecciones de 1931, la candidatura andalucista expone los puntos esenciales: repudio del centralismo, defensa del federalismo y de los planteamientos autonómicos, rechazo del caciquismo y de los tinglados electorales, reforma económica y de la justicia, libertad de enseñanza, matrimonial y religiosa.

El 2 de abril de 1936, la Junta Liberalista de Andalucía publicó el Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Autonomía, para el desarrollo de la campaña crea la llamada Acción Pro Estatuto Andaluz con la colaboración de sindicatos, partidos políticos y diversas entidades económicas y culturales. El 15 de julio, a puertas del alzamiento militar fascista, Blas de Infante escribe: “El Estatuto Andaluz será lo que quieran que sea todos los andaluces, pues a todos ellos venimos a llamar para que, con la sencillez y aún el simplismo que deseen, lleguen a delinear la figura de un gobierno propio (La identidad de Andalucía. Domínguez Ortiz. Granada, 1976). Es detenido el 2 de agosto en su casa de Coria del Río, donde celebra con su familia el nacimiento de su segundo hijo, pernocta primero en un cuartelillo de la Falange y luego pasa a manos de la Policía.

Ocho días más tarde, hoy, 10 de agosto, de hace ochenta años, camino de Carmona, dedos anónimos fascistas aprietan el gatillo del crimen. Una descarga cerrada al borde de la cuneta ahoga el grito de “¡Viva Andalucía libre!” antes de que Blas de Infante cayera muerto en el linde de una huerta.

No fue el único, ni fue el último. Lluis Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya, fue apresado por los nazis alemanes, entregado a Franco y fusilado en Barcelona. También fue fusilado en Vitoria un de 25 de junio de 1937 Esteban Urkiaga, Lauaxeta, poeta y jefe de Eusko Gudarostea, Ejercito Vasco, “dena eman behar zaio maite den askatasunari”. Para entonces, otro poeta y amigo suyo, Federico García Lorca, había caído bajo las balas de fusiles facciosos en Granada, así como el consejero de Sanidad del Gobierno Vasco, Alfredo Espinosa, fusilado también por los facciosos un día antes de Lauaxeta y también en Vitoria. Ciertamente, antes ya habían caído muchos, como José Aristimuño, Aitzol, Martín Lekuona y otros sacerdotes y alcaldes vascos del PNV, como el navarro Fortunato Agirre, alcalde de Lizarra-Estella, quien denunció una y otra vez, inútilmente, las maniobras golpistas del mismísimo general Mola en tierras estellesas en connivencia estrecha con los requetés y el clero ultrareaccionario navarro. Fusilados también en nombre de “la cruzada” los sacerdotes vascos nacionalistas Adarraga, Albisu, Arin, Ariztimuño, Guridi, Iturrricastillo, Lekuona, Markiegi, Mendikute, Onaindia, Otano, Peñagarikano, Solozabal, Sagarna, Uriarte, Urtiaga, Elezburu, etc?

Miles, sí, miles, fueron los demócratas asesinados. Y así la lista de asesinados y fusilados, represaliados, torturados y encarcelados, amén de los escondidos y exiliados se alargó inmisericorde en el tiempo y acompañó al dictador, sanguinario y golpista fascista, Francisco Franco Bahamonde, hasta su misma desaparición física. Honor, honor sí, memoria y recuerdo muy emocionado a los que antepusieron, sin dudarlo, su inquebrantable dignidad democrática a la fuerza avasalladora de las armas fascistas. Viva Andalucía libre, Viva Galicia ceibe, Visca Catalunya lluire, Gora Euskadi askatuta, Viva la libertad y viva la democracia.