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Compromiso con nuestros valores

¿Estamos realmente comprometidos con nuestros valores? Es una pregunta que debemos formularnos ante la crudeza de los sucesos que han acaecido en los últimos días, y muchas de las reacciones que han suscitado en nuestra sociedad.

Resultan preocupantes algunas manifestaciones colectivas que al calor de unas respuestas poco reflexivas, derivan el conflicto hacia aspectos, que en mi opinión no son los fundamentales en esta cuestión. ¿Cruzados contra el Islam? ¿Otra vez? En Europa hemos perdido el sentido colectivo que nos hizo fuertes en otras épocas.

Hemos perdido de vista que el ser humano es realmente el centro del humanismo, al que aludimos constantemente, mientras actuamos en su contra. Hemos olvidado, que el bien común ha sido el eje sobre el que ha pivotado toda la acción política, económica y social, que nos ha traido hasta aquí, y que el canto de sirena de la acumulación de riqueza sin límites ni regulaciones, está sembrando una desigualdad que amenaza nuestro proyecto común. Estos y sus derivadas, son nuestros verdaderos males, expuestos con la concisión de un artículo. Hablemos ahora de los mensajeros.

El yihadismo es una manifestación de los males que amenazan nuestras sociedades. Surge al amparo de una desastrosa política exterior de occidente, más preocupada de los intereses económicos, que del bienestar del Oriente Medio. Más preocupada de los equilibrios geoestratégicos, que de crear un marco estable de convivencia en aquella zona. De estos desaciertos surge el Califato. Es una amenaza útil para la manipulación, ya que sirve para proyectar la idea, nuevamente de que los enemigos de nuestra sociedad están allí, en un lugar lejano y distante, contra el que podemos proyectar toda nuestra ira acumulada. Incluso sirve para ir susurrando, que podemos mandar a las tropas, para que gasten los excedentes de los arsenales, y así tener la oportunidad de reponerlos, gastando una ingente cantidad de dinero. Dinero que, sin duda, sería mucho más útil en otros menesteres convivenciales. Me niego aceptar una manipulación tan simple de nuestras voluntades y de nuestras conciencias. Basta ya. ¿Unidos contra el yihadismo? Sí. ¿Unidos contra el terror del Califato y sus manifestaciones de crueldad, contra la barbarie de sus asesinatos televisados y la utilización de niñas para detonar sus explosivos? Por supuesto. ¿Unidos contra el dogmatismo salvajemente aderezado de fanatismo? Desde luego. Pero con firmeza en nuestras convicciones democráticas y humanistas y con los instrumentos del Estado de Derecho por delante.

¿Pero verdaderamente queremos hacerlo? ¿Por qué entonces el Califato encuentra mercado para su petróleo? ¿Por qué encuentra mercado para el saqueo de la enorme riqueza arqueológica de las zonas que ocupa y que son cuna de la humanidad? ¿Por qué puede mover su dinero en los paraisos fiscales que recordemos son todos excolonias inglesas, francesas, americanas, holandesas y similares? ¿Qué espurios móviles se mueven en la trastienda de la barbarie? ¿Unidos contra el Islam? No. Ni contra el Islam, ni contra el Cristianismo, ni contra el Judaísmo, ni contra el Hinduísmo, ni contra ninguna religión que se mantenga en los límites de la tolerancia que exige nuestro gran valor colectivo que es la Libertad.

¿Pero estamos comprometidos con su defensa? ¿Por qué entonces aceptamos y protegemos regímenes abominables, dogmáticos, fanáticos e intolerantes, como las monarquías del Golfo, en los que se veja incesantemente y de forma salvaje a la mujer, en los que se conculcan los derechos de los trabajadores y se cercena de forma indecente nuestros valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad? ¿Por qué entonces aceptamos sin rechistar tratos comerciales con países que explotan laboralmente a los niños, a los trabajadores, a las mujeres, a las minorías? ¿Por qué aceptamos importar ingentes cantidades de productos de países que no respetan el medio ambiente?

¿Por qué tienen dinero para financiar nuestros monstruosos déficits, acaso? ¿Petróleo quizás? ¿Productos baratos para saciar nuestro desenfreno consumista?

Nosotros tan campantes, eso sí, compungidos por lo acontecido y dispuestos a caminar por las avenidas, en señal de protesta de 7 a 10 antes de volver a la rutina de siempre, aceptando incluso que a nuestro lado marchen los fanáticos del frente nacional de turno, o cualquier otro grupo igual de dogmático y fanático, pero eso sí, sin turbante.

Hay que abandonar el infantilismo de la despreocupación antes de que sea demasiado tarde para reaccionar. ¿Quizás ya lo es?