Lo que escribo a continuación no supone una crítica negativa a Podemos. Nada más lejos de hacerlo con una fuerza política que ya ha logrado el éxito de sacudir la vida política estatal de su letargo bipartidista, y que está llamada a contribuir decisivamente en la ruptura del viejo régimen del 78.
Parece conveniente, no obstante, explorar en una muy breve radiografía crítica de Podemos, ahora que editoriales, tertulianos y voceros políticos parecen haber descubierto la existencia de dos almas en su seno, algo que ya existía desde antes de su fundación. El hecho me recuerda al grito de ¡tierra! que anunció el descubrimiento de América, un continente que ya estaba bien descubierto mucho antes de que llegara Colón.
Podemos nació para ganar, y en esa voluntad reside su grandeza, su mayor riesgo y tal vez su fracaso. Antes de las elecciones europeas Podemos era la expresión del entusiasmo político heredado del 15-M, movimiento que puso el acento en el “No nos representan”, y su reivindicación central “Democracia real ya”. Después, el buen resultado conseguido hizo creer al grupo de Pablo Iglesias (incluido Juan Carlos Monedero) que la victoria en unas elecciones generales era realmente posible y dio impulso a un proceso constituyente de un Podemos que funcionara como una maquinaria unificada, centralizada y construida alrededor de un liderazgo. Los estudios de los textos de Ernesto Laclau y los debates habidos entre profesores de la Universidad Complutense de Madrid en torno a la construcción política de una nueva mayoría que rompiera con el régimen del 78 y su deriva bipartidista, tomó todo su sentido, siempre y cuando un grupo homogéneo supiera gestionar una estrategia eficaz para derrotar al PSOE y PP. Para iniciar este proceso sus referencias latinoamericanas fueron también decisivas. En otro sentido, el buen manejo de los medios de comunicación ayudó y mucho, si bien la sobreexposición de algunos líderes puede estar pasando factura.
Pero si antes de las elecciones europeas la convivencia entre corrientes ideológicas era relativamente fácil en un hábitat de pluralidad que incluía sectores anti-partido y ácratas, ya desde el primer momento constituyente se puso de relieve un choque entre dos filosofías o enfoques, o como ahora se dice dos almas: el del grupo de Iglesias dispuesto a poner en marcha una plataforma electoral ganadora y el de la izquierda anticapitalista de Pablo Echenique y Teresa Rodríguez, partidaria de un modelo asambleario que conecta con el quincemayismo que prioriza un movimiento de movilización contra los poderes establecidos. No era ni es fácil reunir ambos planteamientos en una estrategia común que conlleva múltiples decisiones tácticas en el camino, entre ellas un viaje al centro. Es desde este telón de fondo que, a mi juicio, hay que interpretar los movimientos de agrupaciones que en el seno de Podemos se disputan liderazgos y candidaturas. Pero hay que decir que Monedero participó siempre del proyecto centralista (no hay más que ver su posición ante los hechos nacionales de Euskadi y Catalunya) liderado por Iglesias, y encabezó en Madrid la posición oficial frente a las corrientes críticas a las que alguna vez trató de enemigos internos. La lectura del programa electoral que él mismo ha coordinado da la medida de sus verdaderas posiciones políticas, bastante centradas y suavizadas por cierto y poco acorde con su radicalismo de las últimas horas.
La trayectoria de Monedero en la breve historia de Podemos no casa, para nada, con su argumentario de que dimite de sus cargos por el viaje a la moderación del partido, cuando él mismo ha sido martillo pilón de los críticos. Lo que realmente subyace en su decisión, muy probablemente, es la creciente petición desde los círculos de que se retirase de la primera línea de Podemos, una vez que su famosa rueda de prensa dejó más sombras que luces. Como quiera que él esperara un respaldo directo y claro de Pablo Iglesias y, sin embargo, éste lo ha dejado caer, ha dimitido de sus cargos aireando la frase “me siento totalmente traicionado”. Su escasa o casi nula participación en la campaña electoral andaluza fue la señal de que su papel estaba amortizado; el asunto de los 400.000 euros pesaba demasiado en una formación que todavía aspira a ganar las elecciones generales.
Efectivamente, la prioridad de las elecciones generales de finales de este año 2015 o principios de 2016 es lo que explica los movimientos de Iglesias y su núcleo. Quitarse de encima a Monedero no es poca cosa. Sin embargo, pienso que no han sabido explicarlo. Repetir la idea de que el ahora dimitido necesita volar es muy poético, pero no desvela el fondo del problema. A estas alturas del partido está clara la prioridad de un pragmatismo que pone de relieve que Iglesias, equivocado o no, sigue aspirando a ganar el gobierno. Su interpretación de la trayectoria de Izquierda Unida que celebró como un triunfo pasar de dos diputados a once (2011) le carga de razones para pensar que el destino de la izquierda no puede ser el ocupar un espacio marginal en el parlamento, sino que debe jugar a ganar e ir heroicamente a por todo. Puede pensarse que su objetivo es utópico, pero desde luego es legítimo y audaz.
Seguramente veremos más movimientos pragmáticos pensados para ganar las elecciones generales, y no como simple acomodamiento a conformarse con un grupo parlamentario de oposición. La moderación en lo concerniente a la deuda externa y la renta básica universal son dos buenos ejemplos del precio a pagar por abarcar más electorado. Para mantener esta posición la dirección estatal de Podemos cuenta con el apoyo de decenas de miles de personas inscritas y de un amplio electorado, aunque su fuerza en los círculos territoriales sea bastante menor, en la medida en que en ellos se organizan las personas más activas que casi siempre son las más críticas.
Para lograr su objetivo, sumamente difícil, Podemos en su conjunto no está mal colocado. A pesar de la brutal campaña en su contra de quienes prefieren la continuidad del régimen del 78 y de sus resultantes, su conexión con el malestar ciudadano le da un margen para pensar que lo de Andalucía no es una foto de lo que ocurrirá en las elecciones generales. Sus méritos al percibir la hondura de la crisis económica y de la crisis de legitimidad política de las instituciones siguen vigentes. De hecho, todo el mapa político se ha movido desde el lanzamiento de Podemos en enero de 2014. Este movimiento telúrico es ya una victoria de Podemos y de la ciudadanía. Partidos que estaban esclerotizados han tenido que reaccionar. Por lo demás, su idea central de llevar la contienda política a la lucha de los muchos contra los pocos (la casta), es muy sugerente. Si logra situar la centralidad en la necesidad de democratizar la economía, Podemos tendrá muchas posibilidades de obtener un magnífico resultado.
Las elecciones del 24 de mayo marcarán si no los límites, sí las expectativas de Podemos. Antes, al grupo de Iglesias le toca reconstruir un discurso que recupere la confianza de un sector de la ciudadanía que ha podido resentirse por los resultados de Andalucía que, siendo buenos, son malos, así como por la crisis desatada por Monedero. En esta reconstrucción la idea central de no querer ser una mera opción de protesta sino una opción de responsabilidad de Estado, pasa por llenar de contenido un programa que, siendo creíble y viable, sea a la vez alternativo. Ahí está ya publicado el programa que será objeto de escrutinio. En él, asuntos delicados siguen formando parte de un silencio calculado, acorde con la idea de unir a los de abajo contra los de arriba. La cuestión territorial de Euskadi y Catalunya, el debate sobre la Jefatura del Estado y algunos temas vinculados a la relación Iglesia-Estado, por ejemplo continúan remitiéndose a un futuro indeterminado.
Desde Euskadi no dejo de pensar que, pese a las ambigüedades de Podemos, será muy beneficiosa la rotura de un régimen de dos partidos que cuando tocan la unidad de España se atrincheran en el no y juran no dejarnos decidir nunca. Ahora bien, si Podemos no resuelve bien su pluralidad interna, pueden producirse nuevas pequeñas implosiones aquí y allá, verdaderamente dañinas.
La prioridad de las generales de finales de este año 2015 o principios de 2016, es lo que explica los movimientos de Iglesias y su núcleo
Sus méritos al percibir la hondura de la crisis económica y de la crisis
de legitimidad política de las instituciones siguen vigentes