1.Fusión poderosa. La gran actividad desplegada por el Gobierno Vasco en el ámbito de la paz y la convivencia responde al mandato del país, que quiere unas instituciones vascas implicadas a fondo en el fin del terrorismo y busca la rehabilitación de la convivencia. Aunque haya priorizado la realización de iniciativas al servicio de la reparación de las víctimas y de la construcción de una memoria social de sufrimiento, el Gobierno ha puesto en marcha también actuaciones relacionadas con la autocrítica y la reinserción de presos, ha propuesto un marco de trabajo para lograr la derogación de la legislación excepcional, y ha realizado una propuesta de desarme de ETA que refuerza socialmente la tarea del grupo de verificadores, al incluir en él a una representación gubernamental vasca.

Esta intensa actividad ha dejado al descubierto una realidad lamentable. Ante las múltiples propuestas que se están realizando, casi todas las fuerzas políticas se han estado moviendo entre el desdén y el rechazo activo. Ahora bien, si el Gobierno Vasco no hubiera perseverado en la realización de este mandato social, si se hubiera resignado ante esta incomprensión parlamentaria, la presión popular hubiera quedado debilitada, sin estímulos ni referentes institucionales en los que apoyarse. La sociedad vasca se hubiera encontrado desorientada y sin rumbo, a merced de los que sí saben a dónde quieren ir, pero tienen graves responsabilidades en el daño realizado en el pasado.

Sin embargo, la fusión entre la sociedad vasca y lo que representa el Gobierno es muy fuerte en este ámbito de la paz, e influye más allá del sector ciudadano afín al partido que apoya al Ejecutivo. Conservar poderoso este eje es la clave para que se muevan las cosas en Euskadi. Aunque los que terminan moviéndose por la presión social sigan buscando la realización de sus intereses unilaterales. Así, la izquierda abertzale ha debido de pensar que su imagen de rocosa inflexibilidad es una mala baza si quiere ganar una partida, la de la resolución del conflicto, que cree que es de su propiedad. De ahí vino su compromiso parlamentario de reformular el suelo ético, que quiere materializar con esta propuesta de Vía Vasca para la Paz, presentada recientemente en Donostia.

Quien busque en la Vía Vasca los significantes habituales del MLNV quedará sorprendido. Es muestra de que la izquierda abertzale es muy capaz de formular sus discursos acercándose a lo que Arraiz llamó “lenguaje del adversario”. ¿Camuflaje retórico o lucha por el sentido del significante (Laclau)? De todas formas, ahí están también los apartados referidos a Política penal y penitenciaria y retorno de las personas huidas y Desmilitarización, que se muestran más irreductibles a una nueva semántica. No obstante, conviene no quedarse en la expresividad formal del discurso y examinar sus significados de fondo.

¿Se puede decir que ha sido ETA quien ha dado “el paso más importante en el camino hacia la resolución del conflicto político” (pág. 4)? ¿Qué es esto: ensalzamiento o autocrítica? Después de que nos haya atizado duramente durante décadas, es una auténtica desfachatez que la izquierda abertzale pretenda un reconocimiento de méritos en favor de ETA, sugiriendo que ha dado el “paso más importante” para llegar a la paz. ¿Es ese el tipo de reconocimiento del daño causado que se nos ofrece? ETA no merece medallas.

¿En qué medida representa ETA el conflicto histórico-político vasco? Lo que sí se sabe es que esta Vía vasca para la Paz es una derivada de la llamada La Hora de la Voluntad Popular (Vía Vasca) presentada a fines de enero en Irun, plan que analistas próximos a la izquierda abertzale ven como una evolución actualizada de los anteriores programas políticos de ETA (Alternativa Democrática, 1995) y KAS (1976). Por mucho que el léxico de la Vía Vasca para la Paz sea novedoso, esta interpretación que emparenta las propuestas de EH Bildu con aquellas alternativas del pasado es una mala noticia, ya que vendría a significar que EH Bildu (es decir, Sortu, formación que hegemoniza la alianza) se mantendría en la visión clásica del conflicto que siempre ha tenido el MLNV.

Aceptar que ETA expresa en alguna forma el contencioso vasco es abrir la puerta a considerar que la lucha armada tiene alguna medida de legitimidad. De tolerar este punto de vista, las instituciones vascas rehabilitadas tras el 79 cargarían así con el peso de una legitimidad menguada, ensombrecida por dicha consideración. Esta cuestión impediría además una lectura crítica de la violencia del pasado y pondría en duda su cierre a futuro, al sugerir que la garantía de no repetición de la misma requiere resolver la cuestión nacional a gusto de la minoría que representa la izquierda abertzale. La lectura del documento afianza este recelo, ya que ni se alude a la disolución de ETA, que sería la imagen más contundente del cierre de un pasado que no volvería a repetirse.

Visto desde este punto, parece muy improbable que la izquierda abertzale acepte que “la autocrítica solo tiene auténtico valor si es sincera y unilateral? Ni se negocia, ni se compensa”, por recordar los términos en los que se manifestaba el programa Zuzendu, presentado por el lehendakari Urkullu. Pero, la propuesta de EH Bildu es una oportunidad perdida. Parece claro que la izquierda aber-tzale no quiere entrar en ese terreno autocrítico de su propio pasado. Ha presentado una propuesta de gestión de la paz como si de un procedimiento neutro se tratara, sin responder a la interpelación que le hacen la mayoría de los vascos para que afronte sus propias responsabilidades ante esa violencia del pasado que no se quiere repetir.

No puede ser justa, desde luego, una propuesta que evita siquiera enunciar la palabra justicia cuando se refiere a las exigencias de reparación de víctimas y memoria. O que solo alude a una justicia que llama transicional (atenuada o rebajada) cuando se refiere a la cuestión que tiene absoluta prioridad en la agenda de EH Bildu, adaptar el derecho penal para sacar anticipadamente a los presos de las cárceles y facilitar el retorno de los huidos sin que hayan de responder por sus causas pendientes. Una propuesta así no es, por añadidura, ni realista, ni justa, ni pragmática para la sociedad vasca, cuya mayoría se identifica con los términos del suelo ético, que demanda responsabilidades por la violencia injusta y verdad, justicia y reparación para todas las víctimas. Y, en esa valiosa dimensión, la propuesta de EH Bildu queda todavía bajo el subsuelo.

La fusión entre la sociedad vasca y lo que representa el Gobierno Vasco es muy fuerte en el ámbito de la paz, e influye más allá del sector ciudadano afín al partido que apoya al Ejecutivo

La izquierda abertzale propone una gestión de la paz sin responder a la interpelación de la mayoría de los vascos para que afronte sus propias responsabilidades