Tribuna abierta Quién es quién en la oposición venezolana
Es conmovedor tanto afán por arreglar el mundo. Es una lástima que la mayoría de estas personas no le dedicaran tiempo a analizar la violencia que preside Méjico, con fuertes implicaciones policiales y políticas, que se ha cobrado hace pocos meses las vidas de 43 estudiantes en el estado de Guerrero, suceso que el Gobierno federal trata de cerrar en falso.
La parte sombría consiste en, que una buena parte de todos ellos dicen y escriben desde ideas preconcebidas, desde un marco ideológico propio que tiene respuesta incluso para lo que se desconoce. En realidad los comentarios sobre Venezuela no son sino sentencias orientadas a condenar a Podemos. Importa menos el rigor y la objetividad, cualidades que al parecer han dejado de ser de este mundo.
Tengo mis reservas con el régimen de Venezuela, en la medida en que no me gusta su modo bronco de hacer política que se combina con un verticalismo que tampoco comparto. Pero trato de comprender y acepto dos cosas: que el chavismo que gobierna ha ganado desde 1998 nada menos que 12 elecciones, perdiendo sólo el referéndum de reforma constitucional en 2007 y por la mínima, con el aval en todos los casos de la Organización de Estados Americanos, la Fundación Carter y las delegaciones oficiales del Parlamento Europeo, además de otros organismos de observadores de elecciones. La segunda cosa es, que la derrota del chavismo sólo puede venir de las urnas, de la vía democrática, no de la violencia y de la intervención del ejército, y tampoco de la injerencia exterior.
Como en la historia de dos ciudades de Charles Dickens, junto a lo malo camina lo bueno. Según el PNUD, con Chávez, Venezuela ha pasado de un desarrollo humano medio a un desarrollo humano alto. Y de acuerdo a la CEPAL el país pasó a ser junto con Uruguay uno de los dos países menos desiguales de América Latina. La inversión social fue y es enorme, y los programas de salud y lucha contra el analfabetismo fueron y todavía son formidables. Se expandió la matrícula universitaria, se extendieron las pensiones a millones de personas mayores, y en general la mejora de las condiciones de vida de los secularmente excluidos ha sido importante. ¿Nos quedamos con lo bueno? ¿O con lo malo? Creo que hay quedarse con los dos lados del balance. Por lo demás, nunca me pareció acertado hacer de las rentas petroleras (una variable muy peligrosa como se está demostrando con la bajada del precio del barril) la base económica de los cambios sociales.
Es cierto que Venezuela está partida entre partidarios y detractores del chavismo. Pero también lo es que la propia oposición está partida y confrontada. Tanto que la Mesa de Unidad Democrática se ha visto incapaz de conciliar a los grandes bloques opositores: el que lidera Henrique Capriles, mayoritario, moderado y que apuesta por la vía democrática y el que dirige Leopoldo López que prefiere las protestas violentas en las calles y la huelgas indefinidas. Este último está actualmente encarcelado a la espera de juicio y piden su libertad los mismos que si se tratara del Estado español pedirían que fuera juzgado por terrorismo en la Audiencia Nacional. Ambos opositores, antes aliados, se disputan el liderazgo y se enfrentan con cierta radicalidad. López creó el grupo Voluntad Popular al que se adhirió la diputada Corina Machado y su grupo Vente Venezuela. El lema “soy radical” que luce las camisetas de los seguidores de López ya dicen bastante. En contraste, Capriles ha dicho por activa y por pasiva: “No voy a acompañar atajos que lleven al país a callejones sin salida”. Un detalle: en el homenaje a López con motivo del primer aniversario de su encarcelamiento, Capriles no quiso estar.
El sector de la oposición que representan Leopoldo López y María Corina Machado siempre ha estado en desacuerdo con las opciones electorales y con el liderazgo de la Mesa de la Unidad. Están convencidos, a diferencia de Capriles, que es poco probable que puedan en el corto y mediano plazo derrotar al gobierno electoralmente. De modo que han elegido aprovechar la debilidad del gobierno y el malestar de la población por la escasez, la inflación y la inseguridad para generar confrontaciones violentas (necesariamente con muertos), e intentar crear un ambiente de ingobernabilidad para denunciar al gobierno como dictatorial y represivo. Desde este cálculo político, las protestas debían ser tan violentas y tan costosas políticamente para el gobierno como fuese posible. Esta parece ser la razón fundamental por la cual estas acciones han tenido un carácter violento: barricadas, bombas molotov, francotiradores, ataques a instalaciones públicas, quema de vehículos de transporte público. Claro que la respuesta gubernamental es asimismo con frecuencia severa y desproporcionada. Los informes de Amnistía Internacional son muy críticos con el gobierno de Maduro.
López y Machado no sólo han buscado derribar el gobierno elegido en las urnas, sino que al mismo tiempo han tratado y tratan disputarle el liderazgo a Capriles y a la Mesa de Unidad Nacional. En este contexto la posición de Capriles es difícil: si prosigue denunciando el carácter violento de la otra parte de la oposición puede terminar siendo desplazado, y si no lo hace la derrota de López le arrastraría a su propia derrota. Un dilema. Entre tanto los dos partidos tradicionales, los que durante décadas se repartieron el país y demostraron ser campeones de la corrupción, Acción Democrática y COPEI, prefieren mantener un perfil bajo, combinando declaraciones genéricas con el silencio.
La oposición radical primero buscó asimilarse a la “revolución naranja” de Ucrania, contando con el apoyo incondicional de medios de comunicación y de los gobiernos de Estados Unidos y de España. Pero cuando vieron que ese camino tenía un corto recorrido dada la contundente respuesta represiva del Gobierno que quería limpiar las calles de protestas sumamente radicalizadas, deslizó su posición hacia la creación de un ambiente que tuviera como desenlace un golpe de estado. La razón es muy sencilla: López y Machado saben que la toma de las calles, aunque sea de forma continuada no va a desembocar en la dimisión o derrota de Nicolás Maduro. Y si lo fuera, saben que sería imposible un gobierno de la derecha sin una enorme oposición en las calles, ahora por el chavismo. Por consiguiente tienen claro que sólo un gobierno resultante de la intervención del ejército podría asegurar la neutralización del chavismo civil e incluso del militar y, como consecuencia, la posibilidad de un gobierno con recorrido. Es así de claro. De manual.
Creo que hoy por hoy Gobierno y opositores están debilitados. En la debilidad del primero hay que incluir el descontento en las bases chavistas. En la del segundo el cansancio de una población que no quiere ver más las calles incendiadas. En mi opinión el Gobierno debe seguir tendiendo la mano a Capriles -ya lo ha hecho en ocasiones- y este último debe alejarse definitivamente de la estrategia golpista de López y Machado. Tal vez así sería factible abrir un espacio de diálogo para ensanchar la democracia y generar las bases para la restauración de la confianza de la ciudadanía en la política y sus instituciones. Hasta el momento ya han llegado a acuerdos en materia de seguridad ciudadana y provisión de fondos a los municipios.
Capriles perdió con Maduro las elecciones presidenciales de 2013, por 1,59%. Está seguro que es posible derrotar al chavismo en las urnas. Su posición es legítima y se ve fortalecida por las encuestas de opinión que abrumadoramente piden el cese de la violencia. A contrapié, curiosamente, la cruzada española contra Maduro centra su atención en el apoyo a López, mentor y organizador de violencias que buscan sacar ventaja de una espiral con las fuerzas del gobierno. Curiosamente, quienes aquí defienden el monopolio de la violencia para las fuerzas de seguridad del estado, predican lo contrario para el caso de Venezuela.
Posdata: la noticia de que Felipe González defenderá a Leopoldo López y su correligionario Antonio Ledezma, no tiene desperdicio. Desde el parlamento venezolano ya le acusan de ser responsable de terrorismo de Estado en tanto que la X de los GAL. A pesar de la notoriedad que pueda aportar al caso de los dos opositores no creo que haya sido una buena decisión: él que hirió de muerte al Estado de derecho, ¡cómo va a interpelar a la democracia para defender a sus defendidos!