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¡Equilicuá!

Tenía yo 16 años cuando descubrí, por accidente, cuál era la prueba atlética que mejor se me daba. Era la primera vez que los cachorros del Ordizia KE veíamos una jabalina. Hacía falta un deportista por cada disciplina para competir por equipos y nadie había tocado nunca una. Todos queríamos probar y en mi turno se me fue la mano y sobrepasé la zona de hierba en la que estábamos ensayando. El dardo se clavó en el tartán. Y ahí vino él. “¿Quién ha sido?”, preguntó. Como era una persona con carácter, tuve que armarme de valor para confesar que fui yo quien agujereó la pista. “Ostras, Mujika, ¿quieres lanzar jabalina?”, me dijo. Y así empecé. Bueno, empezamos. Él se encargó de enseñarme cómo lanzar un palo de más de dos metros de largo lo más lejos posible. No era fácil, pero la primera vez que lo hice bien, le salió: “¡Equilicuá!”. No lo había escuchado nunca, pero sabía que era una exclamación de aprobación. Con el tiempo y la práctica, pude escucharlo de su boca varias veces. Sonaba a música: “Equilicuá”. Este sábado nos dejó, víctima de una enfermedad. Ayer le dieron el último adiós, justo en el momento en que yo escribía estas líneas... Siento no haber podido estar allí y volver a sentirme parte de esa familia atlética que un día fuimos y también perdió a Josetxo, Caba... Agur, Peña.