He vuelto a subir a Usurbe. Debe ser cierto lo que afirma Juanjo Garbizu en su libro Monterapia que “cuesta arriba se piensa mejor”, ya que la subida me ha servido para ordenar mis pensamientos.
Me he reafirmado en la idea de que los pueblos se deben de diseñar y construir desde el urbanismo planificado, pero también -con mayúsculas- desde los principios y los valores humanos. Los pueblos tienen que tener un cuerpo, pero sobre todo han de tener alma?
El alma de un pueblo lo encarnamos las personas que habitamos en él, de tal modo y manera que un pueblo es lo que son sus personas, y no al revés. El alma de un pueblo crece en la medida en que crece también la capacidad de relación y trabajo en común, entre las personas de ese pueblo, de ahí la importancia de fomentar espacios de encuentro y de relación.
¿Por qué no pensamos que a las y los beasaindarras nos unen más cosas que las que nos desunen? Por ejemplo, nos unen nuestros hábitos, nuestras tradiciones, las mismas calles, las mismas fiestas y muchas, muchísimas cosas más. En consecuencia, no tiene sentido convertir en barrera aquello que nos desune y menos aún algo tan enriquecedor como pensar diferente.
Entre los objetivos de la iniciativa Euskadi Lagunkoia Sustraietatik están el tratar de generar espacios urbanos aptos para todas las personas y tratar asimismo de fomentar comunidades amigables. Las personas mayores son las líderes, las impulsoras de esta iniciativa que ha calado hondo en muchos países de Europa y América principalmente y que en Euskadi empieza a sonar cada vez con más fuerza.
Personalmente, pondré todo de mi parte para que este movimiento llegue pronto a Beasain y para que nuestras personas mayores, con su conocimiento, experiencia y comprensión, se conviertan en motores de la iniciativa con el fin de impulsar principios y valores, las relaciones humanas entre diferentes, la colaboración intergeneracional para hacer de Beasain un pueblo amigable, un pueblo con alma y personalidad.