el secretario general de la OTAN, el danés Anders Fogh Rasmussen, ha hecho públicos algunos detalles de esa reflexión. El diagnóstico general es que estamos viviendo una situación turbulenta, con Rusia atacando a Ucrania y una gran inestabilidad en Oriente Medio y el norte de África. La seguridad no está asegurada y la evolución de los acontecimientos es impredecible. Por ello, señalaba Rasmussen, la OTAN debe estar preparada para defender a sus aliados.
Paul Taylor y Adrian Croft escribían para la agencia de noticias Reuters que la OTAN había tomado decisiones sobre conflictos de mayor alcance porque no podía resolver el más urgente, que es Ucrania. Polonia y los países bálticos, todos ellos con significativas minorías rusas, habían exigido una presencia militar permanente en el este de Europa como garantía frente a la amenazadora política rusa. Aunque no lo han conseguido del todo, se muestran satisfechos. En primer lugar, porque se ha decidido crear una fuerza de respuesta rápida que podría alcanzar los 5.000 soldados y que podría ser desplegada en cualquier lugar del mundo en menos de una semana. En segundo lugar, porque el presidente norteamericano, Barack Obama, les hizo una visita antes de la cumbre y les reafirmó su compromiso con la seguridad en el Báltico.
Lo único que Obama ha prometido a sus socios, escaldados tras las duras y costosas campañas de Irak y Afganistán, es que no habrá tropas sobre el terreno. Todo parece apuntar a una serie de operaciones de inteligencia con el uso puntual de la fuerza mediante drones no tripulados que golpeen los núcleos del Estado Islámico y sus principales apoyos, pero sin causar bajas entre los soldados de la coalición. Tanto los senadores norteamericanos, aunque sus votos no serían imprescindibles, ha recordado Obama, como los aliados de la OTAN, esperan a conocer los detalles de la operación para confirmar su participación.
Al margen de esto, resulta significativo que las dos cuestiones centrales de la cumbre de la OTAN, Ucrania y el Estado Islámico, se tratasen en dos reuniones restringidas, fuera de las sesiones plenarias. El propio embajador español, Carlos Miranda, señalaba que los representantes españoles no fueron convocados a ninguna de estas dos importantes reuniones, lo que es una buena muestra del actual peso político del Estado español. Esta escasa influencia de la diplomacia española también se ha observado recientemente en la asignación de los puestos clave de la Unión Europea.
Siguiendo con los resultados de la cumbre de la OTAN, otro de los aspectos novedosos de la misma afectaba al importante artículo 5 del tratado fundador de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Este punto hace referencia a que un ataque armado contra cualquiera de los aliados será considerado un ataque contra el conjunto de la alianza y podrá ser respondido militarmente por todos los aliados. Se trata de la llamada cláusula de solidaridad, que es precisamente la que dota de credibilidad a la defensa colectiva. Es decir, que si cualquiera de los países de la OTAN es atacado en América del Norte o Europa, excluyendo por ejemplo a Ceuta y Melilla, todos acudirán en su defensa.
Dentro de esta misma línea, la OTAN urge a sus socios a seguir invirtiendo en ciberdefensa para mejorar sus capacidades en este nuevo frente. Y no sólo se pide un mayor esfuerzo en este aspecto concreto. EEUU, que actualmente aporta un 75% del gasto de defensa de la alianza, hace años que lleva pidiendo a sus socios que aumenten sus presupuestos de defensa. Sin embargo, casi todos los han reducido en cerca de un 20% en los últimos años, mientras que Rusia y China han realizado fuertes inversiones en material militar.
Aprovechando el susto que Rusia ha dado en Ucrania, la OTAN ha recordado a los aliados que la seguridad ni está asegurada ni es gratis y que deben aumentarla. Todos han aceptado el reto y se ha adoptado un compromiso firme para dejar de reducir el gasto en defensa e ir aumentándolo al ritmo de la recuperación económica hasta alcanzar en el plazo de diez años un nivel de gasto en defensa del 2% del PIB.
A modo de ejemplo, España actualmente destina un 0,6% del PIB a defensa. Si se cumpliese el objetivo del 2%, España debería asignar otros 15.000 millones de euros más a defensa cada año. Preguntado por esta cuestión, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, ha afirmado que se siente cómodo con estas cifras. Esto abre un debate político de gran calado, ya que no ha especificado de dónde prevé sacar tal cantidad de dinero en unos años para los que las previsiones de crecimiento han mejorado un poco, pero en los que no se espera un aumento significativo del empleo.