La victoria de las huestes de Franco y la firma del pacto germano-soviético, que entregaba Checoslovaquia a los nazis, fueron las gotas que colmaron el vaso de su resistencia. Allá terminó una vida que había comenzado en Samotschin (Posnania) en 1893, en donde su bisabuelo había sido el único judío de la población que estaba formada por germanos y polacos a los que se trataba sin ninguna contemplación.
Quien con el tiempo pasaría a engrosar el conjunto del expresionismo alemán junto a los Bertold Brecht, Max Beckmann, Fritz Lang, Albert Döblin o George Trakl, por no abundar, se inició en la escritura rebelde desde su más tierna juventud, por no decir niñez, como deja escrito en su Una juventud en Alemania (Muchnik Editores, 1987), libro de título explícito que comenzó a escribir "en el día de la quema de mis libros en Alemania", es decir en 1933. El lema de su quehacer podría quedar expresado con sus palabras: "Para ser honesto, hay que saber. Para ser valiente hay que comprender. Para ser justo no es lícito olvidar. Cuando la barbarie aplasta bajo su yugo hay que luchar, no puede permitirse el permanecer callado. Quien calla en una época como ésta traiciona su misión humana"; y él siguió, a lo largo de su ajetreada existencia, al pie de la letra.
Como ya queda dicho comenzó a escribir desde su infancia mostrando su espíritu rebelde: "¡Levantaos! ¡Despertad!/¿A esto llamáis vida libre,/a doblar el espinazo/cada vez que ellos os miran?/¿Fuisteis para eso engendrados?(¡Ea, el látigo empuñad,/servidumbres no sufráis,/defendeos, pisoteadlas,/ la libertad es vuestro premio!".
Y tales aires insumisos y libertarios mostró en los centros de enseñanza a los que asistió en Grenoble, Munich o Heildeberg. Cuando cursaba sus estudios en la primera de las poblaciones nombradas, aquejado de un ramalazo de nacionalismo germano, se apuntó como voluntario y conoció la bestialidad del frente bélico, lo que le hizo volver a su hogar convertido en un fogoso pacifista. Son los años en los que toma contacto con el líder anarquista Gustav Landauer, y siente una gran admiración por Karl Liebknetch, revolucionarios que posteriormente serían asesinados, por gentes alentadas por los gobernantes socialdemócratas.
Su negativa a empuñar, de vuelta, las armas, al ser llamado a reincorporarse a filas, le supuso reclusión en la cárcel y también en un manicomio? y es que a quién se le ocurre negarse a servir a la patria contra el enemigo exterior, a no ser que uno devenga enemigo interior con lo cual no hace sino apoyar al enemigo de la gran Alemania.
Ya de la mano de Eisner, quien también fue asesinado por un descerebrado, se unía a las filas de la rebelión en Baviera, en el mismo momento en que la chispa revolucionaria se extendía por todo el territorio germano, y en que los jerifaltes de la república de Weimar, socialdemócratas ellos, se aprovechaban de los cuerpos de excombatientes -que luego ocuparían destacados cargos de responsabilidad en las filas del partido nacionalsocialista- para limpiar el país de revolucionarios? Ahí está el brutal apaleamiento de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknetch, junto a otros miembros del espartaquismo. En Baviera, que a pesar de su integración al nuevo imperio alemán de 1871, habían conservado la autonomía de su reino, la revuelta adquirió unos claros tintes libertarios y consejistas, ante el descontento de los obreros por la pasividad de la república mangoneada por los socialistas y contagiados por la alargada sombra de la revolución de octubre; ante el fracaso del parlamentarismo la reivindicación de la puesta en pie de una república soviética se puso al orden del día. A la cabeza de tal república consejista estuvieron Gustav Landauer (1870-1919), Erich Mühsam (1878-1934) -muerto en condiciones infames en un campo de concentración- Ret Marut / B. Traven( misterioso ser que se escondió tras numerosas máscaras y dedicó sus años posteriores a la escritura, siendo conocido por el segundo de los nombres que escribo) y por supuesto Ernst Toller, quien fue elegido a la cabeza del Consejo central revolucionario. La represión fue brutal y los enfrentamientos se libraron en una desproporción numérica impresionante? El siniestro Gustav Noske, socialdemócrata de pro, reforzó las filas de la reacción contra los rebeldes y la masacre fue bestial, no se recató, de todos lo más mínimo tal caballero socialdemócrata, reitero, en enviar un telegrama de agradecimiento a los verdugos: " Le expreso sin reservas mi reconocimiento por la prudencia y el éxito con que ha dirigido las operaciones en Munich y a las tropas mi más sincera gratitud" ; como siempre en estas ocasiones, y en otras más cercanas, la prensa jugó el papel de enmascarar la realidad e incitar a la reacción para apagar las llamas de la revuelta popular y pintar las cosas al revés de cómo realmente sucedieron. Obviamente, los culpables de todas las salvajadas, hasta las más inauditas, eran obras de los desalmados rojos que incendiaban, violaban, destruían, saqueaban, etc., etc., etc.
Nuestro hombre tuvo ocasión de huir, de chiripa, aunque días después -su cabeza tenía precio de 10.000 marcos- fue detenido y condenado a muerte, pena que al final le fue conmutada por cinco años de durísima represión, tras el consiguiente juicio-farsa. En un "híbrido de cárcel y correccional", en el que se pudrían cien presos políticos.
A la salida de prisión, el ambiente se enrarecía de manera creciente hasta que Hitler y sus matones alcanzaron el poder y obligaron a Toller, como a muchos otros, a huir del país, al tiempo que las llamas tomaban como pasto sus "degenerados" libros (no puedo contener una recomendación: para conocer el ascenso del hitlerismo, en el terreno del uso del lenguaje, hay un libro que es soberbio: Victor Klemperer (LTI. La Lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Minúscula, 2001). Su punto de destino fue Nueva York, pero en 1938 no pudo evitar trasladarse a Madrid y dedicarse a organizar redes de apoyo para los hijos de los exiliados hispanos.
Él dejó escrito, y confirmado en su propia entrega, que "la revolución se asemeja a un recipiente lleno del latir de los corazones de millones y millones de obreros. El espíritu revolucionario no morirá hasta que los corazones de estos hombres hayan dejado de palpitar".
El lema de su quehacer podría quedar expresado con sus palabras: "Para ser honesto, hay que saber. Para ser valiente hay que comprender. Para ser justo no es lícito olvidar"