Alas puertas de la convocatoria a las urnas para elegir el próximo parlamento europeo, en Francia la extrema derecha que representa el Frente Nacional de Marine Le Pen ha confirmado su excelente salud en la segunda vuelta de las elecciones municipales. Sin duda, el resultado es un anuncio de su probable victoria en los comicios al europarlamento, según lo que vienen pronosticando las encuestas en estas últimas semanas. Poco a poco, la mancha de la extrema derecha va ensanchando sus contornos impulsada por los devastadores efectos de la crisis, las implacables recetas neoliberales como antídoto único para la recesión, la pérdida de crédito de la política o la demagógica y populista utilización del fenómeno de la inmigración. Ingredientes que han abierto horizontes insospechados hace unos años a las ideologías que sostienen el racismo y, en muchos casos también, la violencia. Ejemplos como el de Francia se pueden encontrar por toda la Unión Europea, desde Grecia con Amanecer Dorado hasta el Reino Unido con UKIP, Holanda con el Partido por la Libertad, Bélgica con Vlaams Belang, Hungría con Jobbik, Finlandia con Verdaderos Finlandeses o Austria con el Partido Liberal. Todas estas formaciones están cosechando en las urnas apoyos significativos que oscilan entre el 20 y el 8% según los casos. Las elecciones europeas se presentan como una oportunidad para desafiar el proyecto común europeo desde los mismo escaños de la eurocámara, donde aspiran a hacerse fuertes para presionar las políticas de los gobiernos de los estados miembros hacia el extremo ideológico que defienden. Y que mejor ejemplo que el de la inmigración para demostrar la capacidad de penetración de este discurso en las políticas nacionales de sus respectivos países. El miedo a perder terreno electoral está desplazando a la derecha clásica hacia posiciones contrarias al espíritu original de la casa común europea, mientras la socialdemocracia es una sombra de lo que fue incapaz de articular un discurso y una posición firme ante estas tentaciones que retrotraen a tiempos terribles y no tan lejanos. La responsabilidad de los partidos tradicionales es enorme pero proyectos como el de la coalición de gobierno alemán que se ha conocido esta semana para limitar la libertad de movimiento de los ciudadanos comunitarios no alimentan, precisamente, la esperanza en un discurso frontal al de la extrema derecha.
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