Los medios y sus respectivos tertulianos abordan indefectiblemente disoluciones y desarmes, aupándolos al rango de panacea sanadora de todos los males. El prisma identitario de cada cual atesora cierta simpatía para con los mediadores internacionales o los denigra, ignorando a veces el interesante contenido de sus manifestaciones. Porque es justo reconocer que ese pan mediador, a veces desigualmente horneado, contiene mucha miga y de excelente calidad.

Aparece integrado en la misma, el hecho de que la transición fue sinónima de impunidad y que las raíces del conflicto vasco se hunden en la guerra civil. Esto debe formar parte del trabajo incorporado a la memoria, al igual que el contextualizar el problema en un marco históricamente más amplio que el de la mera existencia de ETA. Un proceso de circulación de la palabra que conlleve a la consecución de un relato cuyo objetivo debe ser el de limitar al máximo las falsedades. Afirmaban igualmente que al proceso de elaboración debía aplicársele un tipo de justicia transicional, al estilo de la utilizada para dar un trato diferencial al terrorismo de Estado y al otro, y no la ordinaria, con el fin de incorporar prisioneros y exiliados a la masa en conflicto. Esta levadura parece estar ya incorporada, aunque la de la normalización de la vida carcelaria, en función de los derechos penitenciarios de cada individuo y la no-supeditación a su pertenencia a un grupo determinado, brille por su ausencia en los dos Estados de la panificadora. Tienen la normativa firmada en instancias internacionales, pero no la acatan. Todo ello está íntimamente ligado al hecho de que las víctimas, los derechos humanos, el desarme y la memoria debieran ser tratados de forma interdependiente y no forzosamente consecutiva. Esto de la panificación o pacificación si ustedes prefieren, supone un desafío, pues el demostrar la existencia de un proceso de paz en marcha debe implicar, a pies juntillas, que existía y existe un problema. La unilateralidad misma del proceso pone en evidencia el conflicto existente, y coloca a cada uno frente a sus propias contradicciones, propiciando la acumulación de fuerzas en los actores locales, tanto políticos como sociales. La sociedad civil, en ausencia de los Estados implicados, se convierte en la única garante real del proceso. La ciudadanía ha propiciado la ruptura del sangrante binomio lucha armada / represión, para impulsar pedagógicamente la vía de la integración. Se ha visto reconfortada por el hecho de que el Estado español acatara la decisión de la Unión Europea contra la doctrina Parot, aún a sabiendas que era solo un paso, y que Europa no podía obligar a España y Francia a aproximar a los presos de sus casas. Los mediadores han insistido frecuentemente sobre el concepto de "la verdad" y Hazan lo desglosó perfectamente cuando compareció en Baiona. Lo deshuesó en tres partes:

-Verdad de facto, prácticamente objetiva y ligada a todas las violaciones de derechos humanos;

-Verdad personal y subjetiva, estrechamente entroncada al factor emocional y que debe ser expresada;

-Verdad social, intrínsecamente ligada a la posibilidad y a la absoluta necesidad de debate sobre lo ocurrido en el pasado.

La desidia de los Estados ha hecho transitar a los mediadores por juzgados y comisarías, pero Currin, con su habitual fair play, hizo una lectura reconfortante de los sucesos. Afirmó que ellos respetan las leyes, los Estados y sus estamentos judiciales y policiales, añadiendo que quizás sus interrogatorios sirvieron para informar a sus interrogadores acerca de la legislación internacional vigente sobre derechos humanos. Kendall, veterano responsable de Interpol, puso la guinda policial afirmando que le molestaba sobremanera el hecho de que le consideraran idiota. Cuando esta gente que ha participado en procesos más sangrientos y tan complicados como el de Euskal Herria decide seguir en su empeño, me da la impresión que hemos pasado de la eterna pregunta de ¿y qué hacer ahora? a la actual de ¿cómo debemos hacerlo? Y cuando dicen que para entregar las armas, lo importante no es el lugar sino que lo trascendente reside en la verificación del acto y en la presencia de testigos para inventariarlas, como en Irlanda, pues acabo por pensar que se puede ir hasta el final sin la presencia de los dos Estados que tiran las piedras escondiendo la mano. Pienso igualmente que el Parlamento Vasco y su Lehendakari, que dio la de cal yendo a Madrid a verlos, y luego ha dado alguna de arena, pidiendo peras al olmo, deben involucrarse a fondo en las dos fases que restan, que no son otras que las del desarme y la situación de los presos. Constituyen para mí dos temas a resolver como preámbulo a esa próxima ponencia de nuevo estatus político que aún desconozco.

Como conclusión diría que ha sido un alivio el que este Foro por la Paz haya podido llevarse a cabo a pesar de todos los obstáculos, y que este desafío haya servido para demostrar que el proceso de paz en marcha es un capítulo más de nuestro secular conflicto. Pasamos los últimos tiempos de los años más negros de ETA, exigiéndole la tregua y el cese total de las hostilidades. Veo llegado el momento de hacer lo propio con los Estados implicados y de demostrarles a Hollande y a Raxoi que sabemos solucionar solos nuestros problemas, sin la podrida tutela de los países que dirigen, que fueron quienes los propiciaron y perennizaron. !Salud!."