mirarse las manos, los pies y hasta el ombligo son hábitos naturales de nuestra más tierna infancia por cuanto implican la observación de nuestro organismo en un entorno diferente al de la etapa placentaria. Descubrimiento premonitorio que con el paso del tiempo y de los conocimientos adquiridos puede llegar a convertirse en frontera discriminatoria para con algunos de nuestros semejantes.
El tema de un debate filosófico en la quinta cadena francesa de TV "Les grandes questions" sobre el declive o no del mundo occidental me puso la puce à l'oreille que dicen por aquí, sobre lo dolorosos que pueden resultar tortazos o pisotones, si el que los reparte es un observador unilateral de su único y exclusivo ombligo. El grupo de filósofos lo formaban Fabienne Brugère, Elisabeth Lévy, Maboula Soumahoro, Abdennour Bidar y Alain Finkielkraut. Junto a ellos, el excelente periodista económico François Lenglet y el político profesional François Bayrou, que además de ser nuestro vecino bearnés, preside el partido de centro-derecha Modem. El debate entre los filósofos resultó vivo y enriquecedor, al cohabitar representantes de culturas afincadas en países con antecedentes colonialistas y colonizados. Esto salpimienta el cruce de opiniones y contribuye a ahondar en la reflexión sobre los tan manidos valores occidentales. Afirmar como algunos que, aun habiéndose cometido autenticas atrocidades en casa del vecino, el hecho de aceptarlas públicamente a posteriori era la prueba fehaciente de una sana democracia, fue la primera cucharada de sal vertida en el guiso. Otros añadieron la pimienta de la duda sobre ese modelo de democracia advirtiendo que en cualquier caso, preferían los cocidos autóctonos y pedían de paso un respeto para con las gastronomías propias. Tras rehogar las verduras culturales, religiosas, bélicas y hasta literarias, acabaron añadiendo la gallina anti-crisis y el caldo de la mundialización. El periodista removió este último para explicar que la mundialización contribuía afortunadamente a reavivar los particularismos y que nos encontrábamos en la antesala de una reacción violenta contra la susodicha por parte de identidades y culturas específicas que probablemente nos ayudarían a cambiar múltiples aspectos de la sociedad occidental y de su maltrecha economía. A la hora de degustar el potaje, surge la pregunta mágica: ¿nos encaminamos quizás hacia una civilización única? En estas que se acerca Bayrou a los fogones para avivar la llama sentenciando que, eso sería horrible y que, si el infierno tiene rostro, sus rasgos serían los de esa única civilización plenipotenciaria. Confirma igualmente que todas las confrontaciones entre diferentes humanizan el debate y enriquecen el juego democrático. Pero lo que parecía apuntar a una receta magistral se desvanece, porque acto seguido saca el cucharón jacobino y nos obsequia con el postre pos guisote: "Lo que actualmente observamos en Europa es la aspiración, en ningún caso contemplable, de independentismos regionales como los de Escocia, Catalunya, Flandria... Es una dinámica explosiva en el seno de nuestra sociedad". Nuestro vecino centralista no cita a los vascones, pero le corrigen rápidamente para que incorpore Corsica y Euskal Herria. Mira de reojo y continúa: "Todo esto viene del anhelo y de la reivindicación, a menudo inconscientes, de tener que encontrar su identidad en lo indeterminado". Sorbete de cítricos sobre ombligo de hierbas aromáticas hexagonales. Esos fueron el postre y el brindis final del que representa todos los centros habidos y por haber de Francia, Europa y otras galaxias.
Mientras tanto, y más a la derecha, continúa el culebrón con aires de thriller que protagoniza la UMP para elegir a su nuevo presidente. Aquí las ollas, digo las urnas, se convierten en pucheros y hasta el vocablo pucherazo se oye por doquier. Se cuentan y recuentan las papeletas de Copé y Fillon, pero ninguno de ellos echa mano de la cartera para pagar la cuenta del perdedor. El primer mediador del conflicto, Juppé, fracasa en su labor conciliadora y ahora echan mano de Sarkozy para calmar las cosas y apagar el incendio. Un bombero pirómano no me parece la persona más adecuada para esta labor, pues su vuelta a la palestra puede ser indicativa de ir a matar dos pájaros contrincantes de un único disparo. Mientras Fillon y Copé quedan en el más estrepitoso de los ridículos encarando una nueva votación en el seno de la UMP, Nicolas se vuelve a convertir en el salvador de la patria de cara a las presidenciales de 2017. Entre tanto, los pistoleros de elites y ombligos y sus respectivas bandas amenazan con formar grupos separados en Congreso y Senado. Un escenario ideal para Hollande y Le Pen que viven del divide y vencerás.
Fuera de tanta podredumbre, un grupo homogéneo de electos y sobre todo tres mujeres dan el do de pecho por las y los que las eligieron. Allaux, Capdevielle y Espagnac representan la vanguardia de Iparralde a la hora de reivindicar una entidad propia y digna para nuestro territorio, así como la inmediata puesta en libertad de Aurore Martín, a la que los ombliguistas Valls y Fernández Díaz mantienen en prisión. Hegoalde debiera mirar de cuando en vez hacia nosotros, los minoritarios minorizados, para acabar de entender que disponiendo de dos tercios abertzales en un parlamento autónomo hay que olvidarse de ombligos partidistas y mirar a Larrun, antes de que nos pillen a todos los dos trenes de alta velocidad que quieren perforarnos.